Mucho se ha comentado acerca de que el confinamiento tiene un efecto en el estado mental de las personas, provocando insomnio, ansiedad, depresión, estrés, entre otros problemas psicológicos, y es que, “el ser humano es un ser social por naturaleza”, enunciaba Aristóteles. De ahí que esta condición derivada de la pandemia, aunque ha resultado fructífera, para quienes saben lidiar con la soledad, para otros ha resultado complicada emocionalmente.
Por ello, hace algunos meses, en algunos países, como Nueva Zelanda, Australia, Bélgica y Reino Unido, se comenzó a implementar una medida que ha ayudado a paliar estos trastornos y con ello ha evitado problemas mayores, se trata de las burbujas sociales.
En el caso de Nueva Zelanda, en el mes de abril, luego de anunciar el control de los contagios en su territorio, el gobierno solicitó a su población que se quedara en casa el mayor tiempo posible, pero autorizó que podían incrementarse los contactos sociales con una novedosa estrategia que, en primer orden, resultó un aliento para las personas aisladas o con necesidades de atención.
Mi espacio, tu espacio, nuestro espacio
Básicamente, una burbuja social es una dinámica en la que a los miembros de una familia se unen otros, pertenecientes a la misma familia extendida; personas que cuidan de los mayores y algunos amigos cercanos al núcleo, siempre y cuando, en total, no superen una cantidad de diez personas. Fue así que, en las semanas siguientes, los neozelandeses se acostumbraron a escuchar por todas partes y todas horas: “quédese en su burbuja”, “no rompa su burbuja”.
El concepto de esta modalidad de convivencia fue ideado por el doctor Tristram Ingham y su esposa Bernadette Jones, junto con las doctoras Meredith Perry y Brigit Mirfin-Veitch, de la Universidad de Otago, en Wellington. Esto ocurrió mientras el equipo académico asesoraba al Ministerio de Salud, sobre qué se podía hacer, en primer lugar, para ayudar a la población discapacitada ante la pandemia.
El doctor Ingham, principal autor del método, también es presidente ejecutivo nacional de la Asociación de Distrofia Muscular de Nueva Zelanda y tiene este padecimiento, de ahí su comprensión ante dichos pacientes. Por lo cual, aseveró que, básicamente se había centrado en proteger a este sector, para que tuviera control sobre su propia vida, y, que debido a que los conceptos de autoaislamiento y distanciamiento social eran más difíciles de explicar al público, surgió la idea de una burbuja, pues es más universal y podría resultar atractiva para los niños o aquellas personas sin experiencia en salud pública.
En ese tenor, considerando que la burbuja refiere a una estructura frágil y hermosa, que debe nutrirse y preservarse, también sugirió la noción de no reventarla, es decir, no atentar contra el grupo que se ha formado inicialmente, y menos sin el consentimiento de los otros miembros, pues esto daría paso a mayor riesgo de contagio.
Estas nociones y todas aquellas dudas que pudieran surgir acerca de las burbujas sociales, fueron explicadas por sus autores, mediante videos, básicamente de forma gráfica, con el fin de hacer extensiva la idea a una mayor cantidad de población, lo cual se logró en poco tiempo. La prueba está en que Nueva Zelanda con 4.8 millones de habitantes, reporta mil 665 casos confirmados de contagios y 22 fallecimientos.
Al poco tiempo de implementar esta medida en Nueva Zelanda, la doctora Ashley Bloomfield, directora general de salud en ese país, reconoció que “la burbuja” permitió enmarcar la vida de una manera más positiva en los niveles de alerta 3 y 4 de la pandemia; y es que, la estrategia se asimiló más de lo que sus creadores pudieran haber imaginado y luego traspasó las fronteras.
No obstante, que el 11 de agosto de 2020, la ministra Jacinta Ardern, ministra de Nueva Zelanda anunciaba el necesario confinamiento de Auckland, la ciudad más grande del país, hasta el 26 de agosto, pues se habían detectado cuatro casos de contagio; y asimismo, días después declaró que se habían pospuesto los comicios hacia una nueva elección, debido al rebrote que llevó al confinamiento, en realidad, medidas como las burbujas sociales, han resultado un verdadero salvavidas.
Con el tiempo se verá si la estrategia es conveniente en otros lugares, ya que para muchos no es aplicable, pues una de las problemáticas que enfrenta justamente es la falta de consenso entre los miembros de una misma familia, para elegir a quiénes formarán parte de su burbuja. Sin duda, un interesante planteamiento, que podrá ser analizado cuando termine la pandemia.
Un estudio de la Escuela de Economía de Londres, coordinado por el doctor Nicholas Long, del departamento de Antropología, ha destacado que “reabrir las escuelas y reactivar la economía son importantes, pero los gobiernos no deben perder de vista las necesidades sociales y de atención, ya que consideran rutas fuera de bloqueo; de ahí que, a medida que los casos de coronavirus han bajado a niveles más manejables, una política de burbujas podría marcar una gran diferencia en la vida de aquellos que han encontrado más difícil el encierro, incluso, podrían introducirse en fases, comenzando por las personas que más lo requieren, como padres solteros, cuidadores y personas que viven solas.
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