Cuenta la leyenda antigua que el dramaturgo Esquilo (ca. 525-524 a. C. – ca. 456-455 a. C.) se había retirado a meditar o a escribir a la ciudad de Gela, sin saber que ahí la muerte lo alcanzaría, porque cierto día, un caparazón, arrojado por un águila, se impactó en su cabeza, ocasionándole la muerte, sentencia que ya le había anticipado el oráculo, indicándole que un dardo vendría del cielo y lo aniquilaría.
El águila, a la cual se hacía referencia en ese relato, era un quebrantahuesos, un ave muy particular de la orden Accipitriforme, que está en peligro de extinción en Europa y que básicamente habita en la cordillera Cantábrica, en los montes Pirineos, los Alpes, el norte de África, Sudáfrica, Grecia, Anatolia y hasta en el Himalaya, siendo que en algunos de estos lugares ha sido reintroducida.
Se le llama quebrantahuesos, porque es un buitre que tiende a levantar los huesos y caparazones de sus presas hasta alturas considerables, y después los suelta para que, al impactarse sobre las rocas, se partan, y así pueda saciar su hambre; sobre todo sigue este comportamiento con aquellos huesos muy grandes, aunque puede tragar algunos de hasta 20 centímetros de largo. Cabe decir que sus jugos gástricos son tan ácidos que le permiten digerirlos con facilidad.
La envergadura de esta impresionante ave comprende entre los 2.75 y los tres metros cúbicos, en tanto su peso puede fluctuar entre 4.5 y siete kilogramos. Su cabeza suele estar cubierta de plumas a diferencia de la de otros buitres, debido a que no la mete en los animales muertos, pues es la única ave que básicamente se alimenta de huesos, así que tan pronto otros depredadores carnívoros han devorado las partes blandas de sus presas, llega el quebrantahuesos a cumplir con su función.
La extinción del quebrantahuesos, de mirada penetrante y plumaje erizo, depende de muchos factores como la transformación del hábitat que lleva a la pérdida de montañas, así como a los cambios en las prácticas ganaderas, que provocan la pérdida de presas, además de su complicada reproducción, pues eligen a sus parejas al comenzar su madurez, las mantienen por el resto de su vida y se reproducen cada año, poniendo en promedio dos huevos, pero, además, como ocurre con otras especies de aves, generalmente, el polluelo más fuerte mata al más débil.
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