Entrevista con la montañista Francesca Cesario
En estos momentos de contingencia sanitaria y de confinamiento aún para muchos países, una de las metas más difundidas, propiciada en parte por un mayor tiempo de introspección personal, ha sido el deseo de ser mejores, de poner en práctica ideas y habilidades guardadas, depurar lo que no sirve, reconciliarnos con lo posible, con la fe, con los pendientes, y, sobre todo, haber aprendido a valorar los recursos del planeta y redescubrirlos en todo su esplendor. Ejemplo de ello, es la experiencia de la montañista mexicana Francesca Cesario, quien conversó con Relax hace tres meses, cuando proyectaba ascender al Denali, la montaña más alta de América del Norte, como parte del reto Explorers Grand Slam y como guía de un grupo, un plan que tendrá que esperar hasta que se vuelva a la normalidad, pero que es parte de los objetivos que le han hecho disfrutar la vida y demostrarse a sí misma lo que puede conseguir. He aquí su experiencia.
El reto del Explorers Grand Slam consiste en subir las cimas más altas de los siete continentes. También llegar a lo más alto del Polo Norte y el Polo Sur, reto que le gustaría realizar guiando a un grupo de exploradores.
Francesca Cesario Guzmán llegó a nuestra cita, proveniente de Monterrey, en medio de los preparativos para su próxima hazaña, que tendría lugar del 15 de mayo al 4 de junio. Lo hizo entusiasta y sonriente, relajada y con la mente abierta, y con la emoción de compartir con emoción lo que la montaña le ha regalado.
R. ¿Cómo iniciaste en el montañismo?
Mis padres eran misioneros, desde niña viajaba mucho con ellos; a eso atribuyo mi amor por la naturaleza y los viajes. Sin embargo, inicié en 2011 escalando en roca en la ciudad de Monterrey, donde vivo actualmente. Así empecé con la escalada deportiva y me fui adentrando en este mundo de aventura. Me encantó y ya no paré; me certifiqué como guía de cañonismo y más tarde me enfoqué en la alta montaña (montañismo, para quien no conoce).
Pero, yendo atrás, tenía ocho años de edad, cuando vi un documental de los primeros ascensionistas al Everest, y me dije: “algún día, yo quiero estar ahí donde ellos”. No tengo grabadas muchas cosas de la infancia, pero eso sí lo recuerdo. No es que haya dicho: “voy a ser montañista”, simplemente expresé eso y hoy estoy cumpliendo ese sueño.
R. ¿Lo heredaste de tu familia?
En mi familia no hay ningún deportista ni alguien dedicado al montañismo. Del lado paterno mi familia es italiana; tendría que buscar en mi árbol genealógico, si hubo alguien de mis antepasados que practicara deportes de aventura, porque en ese país el alpinismo ha sido muy importante, es algo que nunca había pensado.
Mi nombre significa libertad, “free”, así que considero que nací para ser libre. Mi madre me dijo que no fui una niña ordinaria, que, siendo una bebé, escalaba la cuna, y que era muy traviesa; hasta la fecha, no puedo estar quieta.
R. ¿A qué obstáculos de género te has enfrentado en la práctica de esta actividad?
Hay muchos estereotipos, aunque creo que ahora existen muchos medios para difundir e irlos rompiendo, más que nada con nuestro ejemplo. Mil personas te van a decir que no puedes, hasta como guía he recibido expresiones, como: “¿tú eres mi guía?”, de parte de personas mayores, porque me ven pequeña de estatura, y después, incluso, se han disculpado: “sabes, eres más fuerte que yo”.
R. ¿Guiar era algo más importante que lograr el reconocimiento?
Cuando me adentré en este mundo de los deportes de aventura me di cuenta que el montañismo es algo muy costoso y si no tienes los recursos, tienes que encontrar la manera de pagarlo, por ejemplo, a través de patrocinios, o profesionalizándote para ser guía. Así que busqué y hallé la manera de llegar a esos lugares que siempre anhelé y empecé a capacitarme como guía de aventura, lo cual no solo me llevaría a los lugares más increíbles del mundo, sino que también ayudaría a alguien más a cumplir sus sueños, eso da muchísimo más valor a lo que hago.
Empecé guiando en cañones acuáticos. Fue en 2013, no era ni la mitad de lo que soy ahora. Cuando te das cuenta de que existen muchos riesgos, cambia tu perspectiva, pues no sólo llevas gente a la montaña, hay que traerla con bien. Si algo sale mal es tu responsabilidad, pues te contratan para que tomes decisiones. Son personas sin la experiencia, que un día quieren intentarlo, y en cierto modo los motivas a hacerlo, entonces, además de ser guías fungimos como coaches.
“A veces llego y lloro de felicidad; casi siempre por gratitud. En la montaña he visto los atardeceres y los amaneceres más increíbles, admiro mucho lo que veo y me doy cuenta de que hay mucho más allá”.
R. ¿Qué preparación necesita la gente para subir a las cimas?
Hay niveles de montañas: principiante, intermedio y avanzado. Dependiendo del objetivo se requiere cierta preparación. Como guía, al reservar una expedición se les hace un plan de entrenamiento adecuado según el reto que quieren realizar. Es una serie de entrenamientos que te preparan para los desafíos a los que te vas a enfrentar en la montaña, tales como resistencia, habilidades técnicas, entrenamiento mental, entre otros factores. Al final, el objetivo se logra gracias a un cúmulo de conocimiento, así como la determinación que tengas para alcanzarlo. Hay retos para todo el que se lo proponga, al final la montaña no discrimina, no sólo es para los “fuertes” o más profesionales. Por ejemplo, entre los montañistas se sabe que a partir de los 40 años el cuerpo alcanza la madurez necesaria para ser mejor en el deporte; esto porque a esa edad aproximadamente, el cuerpo alcanza su máxima madurez, adaptándose mejor a condiciones de altura y clima. La persona más grande, a quien tuve oportunidad de llevar a la montaña más alta de México, es un señor de 70 años de edad; para mí eso demuestra que quien se lo propone, lo puede lograr.
R. En algún momento te vuelves hasta meteorólogo…
Claro, la montaña misma es nuestra escuela. Y en las certificaciones llevamos todo tipo de temas, como climatología y nivología (estudio de la nieve); estudiamos las nubes para saber si va a llover, si llovió o si habrá tormenta; hacemos navegación terrestre y aprendemos un poco sobre la ubicación de los astros, entre otros aspectos, así nos vamos conectando con la naturaleza. Con estos conocimientos puedo ir a cualquier montaña del mundo, sin antes haber estado ahí.
R. ¿Qué te enseña la montaña?
A vivir, porque nos muestra pequeñas cosas que, en la ciudad, en el día a día, no vemos por estar ocupados. Cuando estudiaba ingeniería eran muy difíciles las materias, no podía con un problema de matemáticas; entonces me iba a la montaña, veía todo desde afuera, regresaba y lo resolvía. Es ver las dificultades desde otra perspectiva, porque tienes muchísimo tiempo para estar a solas: “No puedes resolver tu problema desde el mismo ángulo por donde te metiste”.
Y es que no puedo estar allá, pensando, por ejemplo, que tengo que pagar el teléfono, lo que sí ocurre cuando te vas a la oficina con los problemas de tu casa; entonces el enorme aprendizaje es estar aquí y ahora, y también, tener una mayor conciencia sobre sí mismo y nuestro cuerpo para evitar un accidente, lo que significaría conectar consigo mismo en lo físico y lo emocional.
También desarrollas más habilidades. Me hizo más humana. En la ciudad, puede suceder que te frustras con alguien, y aquí te percatas de que todos somos diferentes y que nos complementamos, porque a lo mejor mi fuerte es tu debilidad.
Antes de ascender era una persona ordinaria en la ciudad, que vivía con estrés, preocupada por las deudas, se me caía el pelo, con sobrepeso, en una relación tóxica, porque vivía al día, sin metas.
La montaña me ayudó a querer estudiar una carrera a los 24 años, mostrándome que puedo lograr todo lo que me proponga y ver todo desde otra perspectiva y a entender que vivimos en un mundo lleno de oportunidades. Así empezaron las metas, que fueron creciendo y me han llevado a montañas increíbles de otras partes del mundo. Empecé subiendo las de México, el Iztaccíhuatl, el Pico de Orizaba, y después, el Aconcagua en 2016, la más alta que he subido, con 6 mil 954 msnm. También tuve la oportunidad de estar la Cordillera Blanca de Perú escalando montañas como el Nevado Alpamayo (5 mil 964 m) y en la cordillera Real de Bolivia, subiendo montañas como el Illimani (6 mil 460 m).
R. ¿Se sufre en la montaña?
Si se sufre, te saca completamente de tu zona de confort, haces cosas que te dan miedo, pasas por un sinfín de emociones, cargas mucho más peso del que estás acostumbrada, entre muchas otras situaciones. Por ejemplo, dependiendo de la montaña, se carga aproximadamente el 20% de tu peso. Nos levantamos antes de media noche para iniciar el ascenso, para caminar toda la noche, porque son las mejores condiciones para escalar y hay menos riesgos. Al amanecer estás llegando a la cumbre; 20 minutos antes de que salga el sol es el momento más frío de toda la noche, y a esa hora, estamos en los puntos más altos. No te alimentas como sueles hacerlo; a veces sólo hay comida seca. Cocinamos y cargarnos nuestra propia comida. Si son montañas con nieve, requerimos derretirla para tomar agua, aunque ésta no hierve igual allá arriba, y, además, la temperatura a veces puede llegar a ser menor a 30 grados, entre otras circunstancias.
Pero, hay más: a veces cuando llegas a la montaña, no puedes subir, porque el clima no lo permite o porque alguien del grupo se enferma y a esa distancia, por ética no puedes dejarlo solo, entonces en ocasiones sacrificas tu cumbre por regresarlo con bien al campo base.
Muchas veces cuando vemos una foto en la cima, desconocemos todo lo que conlleva llegar hasta ahí y considero que lo más importante es todo el proceso, no el destino final. Claro que anhelas llegar a la cumbre por la cual entrenaste seis meses, juntaste recursos, conseguiste el equipo técnico necesario, pero la verdad es que la cumbre es un premio, el cual no siempre se puede garantizar.
“Como guía tienes que conocer la condición de cada uno de tus compañeros, pues al final no son clientes nada más. Yo los llamo compañeros, pues al final te vuelves el mejor amigo de la persona que llevas, tú sólo tienes la experiencia para liderar la expedición, ellos ponen el esfuerzo y la dedicación”.
R. ¿Qué otras actividades desempeñas en torno al montañismo?
Soy emprendedora, fundé una empresa de turismo, Aventuras remotas, y una escuela de educación al aire libre, donde ofrecemos experiencia vivencial y capacitamos a personas que se quieren formarse como guías.
Como embajadora apoyo a la fundación México Vertical, que se dedica a crear una cultura de cuidado de los espacios naturales donde hacemos montañismo, y también a algunas asociaciones civiles, que ayudan a personas de escasos recursos, a través de un programa de mentoría llamado Escalando fronteras, el cual, a través de la escalada y la montaña, rehabilita a muchachos y niños en situación de calle; también apoyo a La familia un proyecto del futuro A. C., que se dedica a dar talleres a personas de escasos recursos brindándoles una mejor calidad de vida; lo hago porque siempre he pensado que de nada sirve todo lo que sabemos si no lo compartimos con los demás. Es a través de mi voz en el deporte, como puedo llegar a dar un mensaje a más personas.
R. Te reporta un tiempo, ser portavoz de estos organismos, ¿qué hay de tu carrera?
Me veo como futura empresaria y guía profesional de montaña. Tengo varios proyectos como emprendedora. Uno de ellos es una plataforma que busca crear una comunidad de turismo responsable y sostenible, conectando a expertos de la industria al aire libre con viajeros, la cual durante la cuarentena me enfoqué en trabajar de tiempo completo.
Y en cuanto a mi carrera, ingeniería en producción musical, me gusta la investigación en acústica; tengo algunos planes en este renglón que quizá se pueden ligar con la montaña. Otro de ellos es un colectivo que busca la inclusión de mujeres en deportes de aventura a través de cursos y mentoría para que logren un desarrollo personal y profesional, destacando en sectores donde mayoritariamente predominan los hombres, como la ciencia, la investigación y la tecnología, o cualquier cosa que las empodere a través del autoconocimiento y actividades al aire libre.
Generalmente he estado en ámbitos donde predominan los hombres, casi no hay mujeres, porque a veces no se cree en ellas, por eso considero importante impulsarlas, pues las ayudarás a tener confianza en sí mismas y a que hagan lo que se propongan.
En 2018, Francesca Cesario obtuvo el Premio Mujer Tec en la categoría salud y deporte, que, en su opinión, es un reconocimiento que ha servido para darle voz, en lo que ella y muchas mujeres hacen. Ejemplo de eso es que está buscando certificarse como guía profesional de montaña (UIAGM), lo cual le da un alcance a nivel internacional, en tanto sostiene que sólo existe una mujer que cuenta con esta certificación en Latinoamérica y que, de ser posible, ella será la primera mexicana en hacerlo.
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