Anteriormente, cuando alguno de los miembros de una relación de pareja quería terminar, de la forma más tranquila y civilizada posible, pero, por distintos motivos, no encontraba las palabras adecuadas para hacerlo, recurría a la muy trillada pero efectiva frase: “No eres tú, soy yo”. Al escuchar eso, se intuía que había otras razones detrás de la ruptura, que la persona no quería expresar; por eso, ésta era duramente criticada y señalada de mentirosa y cobarde, mientras que a la estrategia se le consideraba un rompimiento informal. Y sí, quizá no sea la manera más sincera, pero tampoco es la peor, ya que se queda corta al lado del ghosting, modalidad en la que se finiquita el vínculo, cortando todos los canales de comunicación virtuales, sin decir nada ni dar la cara.
El nombre deriva de la palabra inglesa ghost, que significa “fantasma”, porque quien decide cesar la relación, ya sea romántica o amistosa, adopta la conducta de un ente, es decir, desaparece, haciéndose “invisible” al otro, causándole incertidumbre y ansiedad. De la noche a la mañana, sin ninguna explicación, deja de contestarle las llamadas y los mensajes, no importándole que las funciones de “visto” o “en línea” le delaten que está ahí, ignorando los intentos de contacto de la otra persona. En casos más extremos, incluso, la bloquea de todas las redes sociales que tengan en común. Sin necesidad de palabras, el mensaje es claro: ya no quiere nada con ella.
Los expertos afirman que finalizar un vínculo, yéndose abruptamente, es una práctica que ha existido desde siempre, no obstante, con el protagonismo que han adquirido las redes sociales en la forma en la que nos comunicamos, se ha hecho más evidente, llegándose a considerar como una actitud normal.
Cabe aclarar que sólo se trata de ghosting cuando, previo a la ausencia repentina, hubo una conversación fluida, profunda y duradera, que escaló a lo sentimental. No cuenta el hecho que la persona nunca haya respondido nuestros mensajes o que la interlocución fuera esporádica y superficial.
Por otro lado, existe una forma de ser menos tajante en la desaparición, aunque no deja de ser ghosting, a fin de cuentas. Nos referimos a la técnica del slow fade, que consiste en cortar la comunicación gradualmente hasta llegar al punto en que no exista contacto alguno.
¿Por qué “salir corriendo”?
Los motivos por los que la gente hace ghosting son variados y pueden estar motivados por diversas circunstancias. Sin embargo, el común denominador en todos los casos es el desinterés, acompañado de una actitud egoísta y de la incapacidad de asumir la responsabilidad.
Puede ser que la persona haya visto una actitud de la otra, que no le agradó; o que no surgió la química que ella esperaba; que no tenía intenciones de iniciar una relación seria y formal; que se sintió atraída por alguien más, etcétera. En cualquier caso, si bien es válido renunciar, lo correcto sería tener la mínima atención con la otra parte y notificarle la decisión. Pero el miedo a enfrentarse a su reacción, la cual, obviamente, no sería de alegría; el no querer dar explicaciones y la falta de madurez para afrontar la situación, le llevan a tomar el camino sencillo: ignorar hasta que el mensaje sea lo suficientemente claro.
En este renglón, el “anonimato” que ofrece la virtualidad facilita aún más esta conducta. Y es que el estar detrás de una pantalla nos da valor para actuar de ciertas formas en las que no nos atreveríamos si estuviéramos físicamente frente a los demás, como expresar sentimientos o, en este caso, otorgarnos el derecho de responder o no a ciertas interacciones, o evadir situaciones por medio de un simple unfollow o bloqueo de cuentas.
Por otro lado, las nuevas tecnologías han hecho que las relaciones sociales surjan, se desarrollen y se sustenten principalmente en lo digital, lo que implica que se pierda un poco la posibilidad de intimar, y, por ende, éstas se vuelven líquidas y se quedan en un nivel superficial. De este modo, la persona se aleja de la realidad, se mantiene en una postura individualista y pierde el sentimiento de empatía.
Ahora bien, es importante remarcar que las redes sociales son sólo un escenario ideal para que el ghosting se presente, mas no son las responsables de que éste exista. De hecho, muchos psicólogos creen que esta práctica tiene que ver más con la persona en sí, pues alguien que no sea lo suficientemente maduro y responsable para afrontar sus actos y decisiones siempre optará por éste u otros métodos similares para huir, dentro o fuera del mundo virtual. Dicho de otro modo, es una cuestión de educación y buenos valores. El único panorama en el que el ghosting puede considerarse una actitud correcta o positiva es cuando se sufre de acoso o para salir de una relación tóxica.
¿Cómo superarlo?
Esta práctica trae consecuencias para ambas partes. El “ghosteador” tiende a experimentar posteriormente sentimientos de culpa y vergüenza; aunque el “ghosteado”, lógico, es quien más sufre, ya que el rechazo le causa un dolor emocional muy fuerte, que deriva en otros problemas, como baja autoestima, depresión e inseguridad; incluso puede manifestar síntomas físicos, como la falta de apetito y malestares estomacales. Y es que, para nuestro cerebro, el vinculo sentimental que establecemos con una persona es equivalente a la supervivencia; por eso, las rupturas nos hieren tanto.
La aflicción es todavía mayor cuando todo sucede repentinamente, sin tener conocimiento de las causas, pues aparece la angustia y se generan muchas interrogantes que hasta le hacen pensar a la víctima que ella ha tenido la culpa. La incertidumbre y la expectativa de no saber si algún día la persona regresará le impiden cerrar el ciclo. Además, la experiencia puede generarle traumas que influyan en sus próximas relaciones.
Ante una situación como esta, los expertos afirman que la mejor manera de superarla es haciendo lo siguiente:
· No culparse: Es normal que se intenten buscar repuestas, pero, si la víctima está segura de que no ha hecho nada que amerite una conducta como el ghosting, no debe sentirse responsable de la actitud de la otra persona. Viéndolo desde un ángulo optimista, aunque duela al principio, habrá desaparecido de su vida alguien que no valía la pena.
· Permitirse sentir: Haber sido “ghosteado” o “fantasmeado” es peor que una ruptura convencional, por todo lo que mencionamos anteriormente. Así que, por supuesto, es válido tumbarse en la cama a llorar, gritar y enojarse; es parte del duelo, el cual después se transformará en tranquilidad y aprendizaje. El desahogo con un amigo o alguien de confianza también es una buena terapia, ya que está comprobado científicamente que materializar los pensamientos en palabras ayuda al cerebro a procesar la información y a tener un mejor entendimiento de las cosas.
· No más intentos: Si, después de varios días de enviar mensajes y llamadas, no hay respuesta, lo mejor es dejar de insistir. Primero está la dignidad y el amor propio; y aunque no haya sido el mejor método para alejarse, se debe respetar la decisión del otro de no querer continuar con la relación.
· Momentos de recreación: La mejor manera de olvidarse de algo es manteniendo la mente ocupada; por ello, resultará terapéutico realizar actividades de entretenimiento, como ir al gimnasio, al parque, de compras, meditar, dormir, etcétera. Si la relación no trascendió más allá del ámbito virtual, no habrá lugares que nos hagan recordar experiencias, por lo que la recuperación será más sencilla.
Aunque se presenta comúnmente en el ámbito sentimental, el ghosting también se da en todo tipo de relaciones, como las laborales y las comerciales. Ejemplos del primer caso son: no presentarse más al trabajo sin avisar, o no acudir a una entrevista. En el segundo, aplica cuando, ya sea el cliente o el proveedor, alguno cesa la comunicación, de modo que no se concreta la venta o la garantía de algún servicio.
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