Chichén Itzá (del maya yucateco: Chiꞌ Chꞌeꞌen Its Jaꞌ ‘Boca del pozo de los brujos del agua’) es uno de los principales sitios arqueológicos mayas de la península de Yucatán, en México. Se encuentra a 2.5 km de la localidad de Pisté, en el municipio de Tinum, en el estado de Yucatán, al sureste del país.
Esta ciudad o centro ceremonial pasó por varias épocas constructivas e influencias de los distintos pueblos que la ocuparon y que la impulsaron desde su fundación. Sus construcciones principales corresponden al periodo denominado clásico tardío o posclásico temprano (800-1100 d. C.) dentro del período Posclásico mesoamericano. Su arquitectura monumental emblemática del yacimiento, tiene una clara influencia tolteca. El dios que preside el sitio, según la mitología maya, es Kukulcán, representación maya de Quetzalcóatl, dios tomado del panteón de la cultura tolteca.
La ciudad fue construida encima de una red de acuíferos, incluidos los profundos cenotes de agua de manantial, que los mayas creían que eran sitios sagrados que fungían como portales al inframundo. De ahí, que el nombre sea traducido como “boca del pozo de los itzaes”.
Fue inscrita como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988. El 7 de julio de 2007, el Templo de Kukulcán, ubicado en Chichén Itzá, fue reconocido como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno, por una iniciativa privada con el reconocimiento de millones de votantes alrededor del mundo.
Exploraciones en 2019
Ejidatarios de la zona, hacía cinco décadas que habían avisado a las autoridades sobre la existencia de una cueva, pero en ese momento no fue estudiada.
En el año de 2019, cuando el arqueólogo subacuático Guillermo De Anda –quien dirige el proyecto del Gran Acuífero Maya– y un equipo arqueológico exploraban el sistema acuífero de Balamkú, encontraron cerca de doscientos artefactos, que datan de entre 700 y 1000 d. C. El equipo ha explorado unos 400 metros de la cueva y de sus cámaras conectadas por túneles
Entre los hallazgos se incluyen fragmentos de cerámica, contenedores para moler comida e incensarios. Los investigadores creen que las pruebas a los artefactos mostrarán rastros de jade y de semillas y huesos que eran usados como ofrendas y que ya han sido encontrados en sitios similares.
Algunos de los incensarios tienen una forma similar a la de Tláloc, el dios azteca de la lluvia que era venerado en la parte central de México y que entonces habría viajado hacia Yucatán. Su existencia ayudaría a los investigadores a entender más cómo se relacionaron los mayas con otras civilizaciones mesoamericanas.
De Anda y el codirector del proyecto acuífero, el profesor de arqueología maya James Brady, de la Universidad Estatal de California en Los Ángeles, dijo que el descubrimiento de la cueva es el más significativo en el área desde que se descubrió en los años cincuenta, la cueva cercana de Balamcanché, que alberga en su interior el centro ceremonial de los antiguos pobladores mayas, donde llama la atención el gran pilar formado por la fusión de una estalactita con una estalagmita conocido como La Ceiba Sagrada. La gruta desciende a una profundidad aproximada de 10 metros, mientras que sus pasajes se extienden a más de 500.
Para los antiguos mayas, las cuevas eran las moradas de los dioses del agua, la noche y el inframundo.
400 años más vieja de lo calculado
De acuerdo con los estudios realizados a los hallazgos de la cueva de Balamcanché, Guillermo de Anda confirma que la ciudad sagrada de Chichén Itzá, se fundó por lo menos cuatro siglos antes de lo que se creía, lo que plantea que fue un lugar con un uso más temprano, según los vestigios de carbón identificados en la caverna, que corresponderían al periodo de 400 años antes de nuestra era, al año 100 después de Cristo.
Hallazgos en 2023
En marzo del año 2023, el INAH anunció que fueron encontrados nueve cuartos en la zona arqueológica de Ek’Balam, ubicada en Tomozóc, Yucatán, los cuales revelan secretos sobre la élite maya.
Entre los descubrimientos destacaron las fachadas con decorados en estuco, las cuales conservan ilustraciones que representan figuras de captores que portan faldas decoradas con huesos cruzados y aparecen sosteniendo la cabellera de cuatro rehenes atados de brazos.
Así mismo, fueron encontrados nueve cuartos en la zona arqueológica de Ek’Balam, también en Yucatán, los cuales podrían develar más secretos sobre la élite maya.
Pero no fue lo único que se encontró, pues en su interior también se ubicaron orejeras y glifos sobre piedras que, al juntarlos reflejaban a Kukulcán.
El último hallazgo de la civilización maya
En abril de ese mismo año, gracias al programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza), en abril del mismo año, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), descubrieron en la zona de Chichén Itzá, en el estado de Yucatán, un marcador de piedra de Juego de Pelota en forma circular, el cual presenta en bajorrelieve una banda glífica rodeando a dos personajes ataviados como jugadores de pelota.
La banda glífica, presente en la cara frontal, se compone de 18 cartuchos con una fecha de cuenta corta 12 Eb 10 Cumku, la cual indica, tentativamente, al año 894 d.C. Mide aproximadamente seis centímetros de ancho, y rodea un registro interior iconográfico de 20 centímetros de diámetro. El estudio iconográfico y epigráfico, identificó a dos personajes ataviados como jugadores de pelota, de pie, frente a una pelota. El personaje a la izquierda porta un tocado de plumas y una banda que presenta un elemento en forma de flor. A la altura del rostro se distingue una voluta, la cual puede interpretarse como aliento o voz. El contrincante, que usa protectores de juego de pelota, usa un tocado reconocido como turbante de serpiente, cuya representación se observa en múltiples ocasiones en Chichén Itzá.
De acuerdo al arqueólogo Marco Antonio Santos Ramírez, director de la zona arqueológica, la pieza encontrada es un círculo de piedra caliza, que tiene en los bordes los jeroglíficos que habrían utilizado los mayas alrededor del Periodo Clásico Tardío —alrededor de los años 650 al 900 d.C.—. Se cree que la piedra es un tablero de puntuaciones del juego maya.
El vestigio, nombrado como Disco de los Jugadores de Pelota, fue hallado en la Estructura Morley —misma que fue nombrada así en honor al arqueólogo estadounidense Sylvanus Morely que restauró la zona de Chichén Itzá—, específicamente en la zona conocida como Casa Colorada (nombrada así por los restos de pintura roja en su interior) o Chichanchob ─ubicada entre el Osario y el Observatorio─, como parte de la Estructura 3C27, la cual corresponde a un arco de acceso al área, a unos metros del Castillo del área arqueológica.
El disco, compuesto por roca de origen sedimentario, tiene un diámetro de 32.5 centímetros, 9.5 centímetros de grosor y 40 kilos de peso, y jeroglíficos que hacen referencia a dignatarios mayas jugando Pok Ta Pok, el juego de pelota precolombino, razón por la cual el hallazgo tiene valor histórico, ya que proporciona nuevos elementos de dicha actividad.
Actualmente, el disco se encuentra siendo estudiado por una universidad de Estados Unidos.
El Juego de pelota
Se trata de un juego con carácter ritual denominado también “pok-tapok” o “pokolpok” por los mayas y “tlachtli” por los aztecas.
La cancha de Chichén Itzá es la de mayores dimensiones de Mesoamérica con sus 120 metros de largo por 30 metros de ancho. Está formada por dos muros elevados en cuyo centro se encuentran empotrados dos anillos de piedra, conocidos como marcadores del juego de pelota, que llevan las representaciones de dos serpientes emplumadas entrelazadas. Lo que los convierte estos aros en portales hacia el inframundo, en consonancia con el profundo sentido ritual del juego. En la parte baja de esos muros se encuentran bajorrelieves con escenas de sacrificio de jugadores.
El juego de pelota cuenta en cada extremo con un edificio, los llamados Templo Norte y Templo Sur, en los que seguramente se llevaran a cabo actividades rituales. En el interior del Templo Norte se localiza un panel con relieves que muestran distintas escenas en las que participan más de 40 personajes. Sobre el extremo sur de la plataforma se encuentra el Templo de los Jaguares, también asociado al rito.
El templo inferior tiene su fachada hacia el exterior de la cancha, y, además de los relieves, todavía hay un trono-jaguar.
En esta cancha se produce un fenómeno acústico sorprendente: un efecto de refuerzo de la onda sonora emitida, que llega hasta el otro extremo con el mismo nivel sonoro o un poco más bajo.
Teóricamente, la estructura debería haber tenido una mala acústica, ya que las distancias son muy grandes, pero el sonido se escuchaba claro y nítido.
Después de diversos estudios científicos no se ha logrado aún encontrar la razón.
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