Tristemente, nuestro país ocupa el primer puesto de un ranking que no es, para nada, bueno y que da mucha vergüenza. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), a nivel internacional, la población mexicana es la que más refrescos consume, con un promedio de 163 litros por persona al año. Esta cifra es preocupante, pues supera, por mucho, a los 45 litros calculados en Estados Unidos y es 7.3 veces mayor que el promedio mundial.
Además, es alarmante decir que hay algunas zonas mexicanas en las que es más fácil conseguir una botella de refresco que agua potable. Tal es el caso de Chiapas, que se lleva el título de ser el estado del país y la región del mundo donde más se consume refresco de cola. Según estadísticas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la cifra por persona es cinco veces mayor que la media nacional y 32 veces superior al promedio mundial.
Todo lo anterior tiene un fuerte impacto en la salud de las personas, ya que contribuye a la presencia o al agravamiento de la obesidad y la diabetes, que son las principales consecuencias del consumo desmedido de bebidas azucaradas y de la falta de actividad física. Esto, a su vez, repercute en el gasto público, pues gran parte del presupuesto gubernamental se destina al tratamiento de dichos padecimientos, siendo la diabetes una de las primeras causas de muerte en México. De hecho, de acuerdo con el INSP, retomando afirmaciones del subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, cada año, se registran más de 40 mil fallecimientos en nuestro país (un 7 % de la cifra total) por enfermedades crónicas, que son atribuibles al consumo de refrescos y otras bebidas azucaradas.
Por otro lado, en el artículo de investigación ¿Por qué tomamos tanto refresco en México?Una aproximación desde la interdisciplina, los autores, además de señalar los daños a la salud, puntualizan que la producción de refrescos también afecta al medio ambiente, pues se requieren grandes cantidades de agua del subsuelo, lo que reduce los niveles del manto freático, de los pozos, manantiales y arroyos; sin dejar de mencionar la basura generada por los empaques plásticos.
Ante estos problemas, las autoridades de nuestro país han tomado algunas medidas, como el incremento de impuestos a la industria refresquera, el alza de los precios de venta de los productos y el etiquetado que advierte sobre los excesos de azúcares y calorías; no obstante, lastimosamente, eso no ha servido de mucho, pues, en la mayoría de las mesas mexicanas, en los almuerzos de los niños o en cualquier otra situación de comida, siempre, hay una botella de refresco.
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