En estos últimos meses, por doquiera se han desplegado reflexiones en torno al personal sanitario, como reconocimiento por la loable labor que ha enfrentado ante el COVID-19, enemigo de la humanidad y latente amenaza en todas partes del mundo.
Hoy más que nunca, se ha hablado de los trabajadores esenciales para la vida; el médico va a la cabeza de ellos.
Generalmente la medicina no conoce de cuarentena. Desde su estudio es un reto de muchos años, de esfuerzo, desvelo, comidas sin horario, de sueño irreparable, de relaciones interpersonales restringidas sólo a colegas, y sí, ellos lo saben, lo sabían; habían elegido una disciplina única, especial, prodigiosa, pero a la vez complicada, de servicio, de dar vida, de conservarla, de salvarla, “no cualquiera es médico”, escuchamos decir…
Históricamente es un auxiliador en caso de emergencia, de malestar, de dolor, de alumbramiento súbito, de accidente inoportuno, de curiosidad por un malestar familiar, a veces, incluso, en el momento menos oportuno, como una comida de domingo. En muchas ocasiones ha regresado de su descanso para presentarse ante su paciente, que, a la mínima señal de dolor, lo invoca. Ha postergado su convivencia familiar, y su esparcimiento, aunque se trate de su dolor propio, y es que así ha sido siempre: el médico, es simplemente… el médico.
El ha jurado casi con la vida por ejercer una carrera de cansancio, de amor, de entrega incondicional, de defensa de la salud y de otros valores más, por ello es ejemplar, es único, es admirable…
Por eso, no basta con los homenajes, con donaciones y/o gratificaciones hechas en su nombre, inclusive, aunque éstas sirvan para atender a los pacientes; emotivas canciones entonadas por todo un vecindario para halagar su labor cotidiana; hospedajes gratis en hoteles para facilitar su no regreso a casa, evitando con ello, que contagien a sus familiares; transporte gratis y cientos de spots televisivos que rezan: ¡Gracias!, y mil cosas más…
El médico hoy necesita algo más, quizá que la historia lo reposicione, que la sociedad sea consciente de lo que implica su atención, no por un momento, sino por horas, días, meses, tal vez, para cuidar su salud, una salud ajena a lo que es su trabajo y que muchas veces descuidamos. Lo que necesita en este momento es la consideración de que es un ser humano, que siente, que sufre y que también teme. Hagamos más fácil su labor, su entrega… porque con ello, le estaremos agradeciendo.
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