top of page

Islandia, el país con paisajes naturales de cuento

  • Foto del escritor: Redacción Relax
    Redacción Relax
  • 3 sept
  • 5 Min. de lectura

 

ree

En medio del Atlántico Norte, entre glaciares milenarios, volcanes activos y auroras boreales, se encuentra Islandia, conocida como la "Tierra del Fuego y el Hielo", que despliega ante los visitantes una riqueza de paisajes extraordinarios, tan variados y sorprendentes que parecen extraídos de un relato fantástico; es un país que parece sacado de la imaginación de un escritor de fantasía. Es un territorio donde la naturaleza se expresa a través de sus elementos —fuego volcánico, hielo glaciar, agua termal, arena oscura y viento helado—, que moldean el paisaje con un poder casi mitológico. Así, Islandia es un destino que brinda una experiencia sensorial que transforma al viajero.

 

Herencia vikinga

La historia de Islandia comienza en el siglo IX, cuando los primeros colonos vikingos, provenientes de Noruega, liderados por Ingólfur Arnarson, llegaron a esta isla parcialmente deshabitada y fundaron asentamientos como Reikiavik –hoy, la capital del país, con una gran historia, y que alberga la famosa iglesia luterana de Hallgrímskirkja (símbolo de la ciudad), con una fachada que asemeja las columnas de basalto natural y una torre de casi 75 metros de altura, diseñada por Guðjón Samúelsson, descrito como uno de los arquitectos más influyentes de Islandia, y cuya construcción comenzó en 1945 y finalizó en 1986–.

 

A pesar de siglos de aislamiento, la nación desarrolló una cultura rica y singular, con un idioma que conserva formas del antiguo nórdico y una tradición literaria que dio origen a famosas sagas islandesas, como la Saga de Njál, la Saga de Egil Skallagrímson, la Saga de Erik el Rojo, la llamada saga de Thorfinn Karlsefni y la Saga de Grettir, entre otras. De acuerdo con archivos históricos, Islandia fue parte del dominio danés hasta 1944, cuando obtuvo su independencia y comenzó un camino moderno, equilibrando desarrollo tecnológico con una profunda conciencia ecológica.

 

La “magia” islandesa

El alma de Islandia está en su paisaje. Desde el momento en el que uno pone un pie en esta isla, se despliega ante los ojos un escenario majestuoso, lleno de glaciares que se extienden como mares congelados, géiseres que brotan con fuerza desde las entrañas de la tierra, cascadas imponentes que caen entre campos de lava, y playas de arena negra donde el viento del Ártico sopla con misticismo.

 

Entre los lugares imprescindibles para descubrir Islandia, según Guide to Iceland, que todo viajero debería conocer, se encuentra el Círculo Dorado, una ruta que incluye el Parque Nacional de Thingvellir —donde se separan las placas tectónicas de América y Eurasia—; el géiser Strokkur, localizado en la zona geotérmica de Haukadalur, cerca del río Hvítá; y la impactante cascada Gullfoss, situada en el cañón del mismo río, con una primera caída de 11 metros, seguida de una segunda, más grande, de 21 metros.

 

Al sur, la costa ofrece maravillas como las cascadas Seljalandsfoss, situada a lo largo del río Seljalandsá, donde la vía fluvial cae 40 metros sobre un acantilado; y Skógafoss, que cuenta con 62 metros de altura y casi 30 de anchura, situada en el río Skógá. Estas dos cascadas son las más fotografiadas del país, así como las playas negras, conocidas como Reynisfjara, con sus columnas basálticas y el misterioso mar del norte golpeando con fuerza, encontradas cerca del pueblo de Vík í Mýrdal, el lugar asociado a la leyenda de los roques de Reynisdrangar.


Reikiavik, aunque pequeña en tamaño, es vibrante y cultural. La ciudad combina casas coloridas, diseño contemporáneo y una escena musical activa. Desde allí, a sólo 50 kilómetros, se puede acceder fácilmente a la famosa Laguna Azul (Blue Lagoon), un balneario geotérmico en medio de un campo de lava, que ofrece aguas cálidas ricas en minerales, ideales para el descanso y la salud de la piel. Es uno de los lugares más visitados por su relajante experiencia, ya que el agua termal, a una temperatura media de 38 °C, cuenta con propiedades minerales.


El clima islandés, aunque impredecible, es más templado de lo que muchos creen, gracias a la corriente del Golfo. Los inviernos son fríos, pero no extremos, y, en ellos, se puede disfrutar del espectáculo natural de las auroras boreales, entre septiembre y abril,  cuando se tiene la fortuna de un cielo más despejado, pues las noches son más largas y, por lo tanto, más oscuras, que permiten apreciarlas. Los veranos, con temperaturas frescas, ofrecen el fenómeno del sol de medianoche, cuando el día parece no terminar nunca. Sin embargo, el clima cambia rápidamente, y es común experimentar lluvia, viento y sol en un mismo día, por lo que viajar preparado es fundamental.


Islandia cuenta con una población de poco más de 400 mil habitantes y posee una de las tasas más altas de alfabetización y desarrollo humano del mundo. Su economía se basa, en gran parte, en el turismo, la pesca y la energía renovable, tomando en cuenta que más del 85 % de la electricidad proviene de fuentes geotérmicas e hidroeléctricas, lo que convierte al país en un modelo de sostenibilidad.

 

 Islandia es una vivencia, es caminar por un sendero entre volcanes, sentir el crujido del hielo bajo los pies, mirar al cielo y ver una cortina verde de luz moviéndose en silencio, como un manto de la noche. Islandia es, sin duda, un país de paisajes de cuento, pero, también, de realidades que inspiran. Y en ese contexto, el paladar también encuentra su viaje. La gastronomía islandesa, marcada por su entorno salvaje y la pureza de sus ingredientes, es una mezcla de tradición y reinvención. Desde el pescado recién salido del mar hasta el cordero criado en libertad en las tierras altas, cada bocado cuenta una historia. Se menciona el famoso skyr, un lácteo ancestral que se sirve frío, similar al yogur, con una consistencia espesa, y nombrado el “superalimento vikingo”, consumido desde hace más de mil años, por sus beneficios nutritivos.



ree

Y se cuenta que nadie puede irse sin probar el hot dog islandés más famoso: el pylsur, como lo llaman desde 1937, que es mucho más que un simple tentempié. Está hecho con una salchicha hecha de cordero, cerdo y ternera, servida con cebolla crujiente, cebolla dulce, salsa de tomate, mostaza marrón y remoulade. Este humilde platillo se ha ganado el corazón de locales y viajeros por igual.


Islandia se vive con los sentidos. Se recorre con una mirada de asombro; con el cuerpo, que se deja llevar por senderos marcados por la lava y el hielo; con el paladar, que saborea su historia ancestral y lo simple, como un acto de conexión con la naturaleza en su máximo esplendor. Viajar por Islandia es dejar que la naturaleza hable, que los sentidos escuchen y que el alma despierte; es, sin duda, un lugar donde cada elemento se transforma en lenguaje.

 

 

Comentarios


bottom of page