El secreto del doctor James Miranda Stuart Barry
- Redacción Relax
- 2 jun
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Reconocido médico cirujano del ejército británico del siglo XIX

En la rígida sociedad del siglo XIX, donde la medicina era territorio casi exclusivo de los hombres y las mujeres eran relegadas a los márgenes del conocimiento formal, el Dr. James Miranda Stuart Barry emergió como una figura profundamente disruptiva. Nacido en Cork, Irlanda, alrededor de 1795, Barry desafió los límites impuestos por su época y construyó una de las trayectorias más notables en la historia de la medicina militar británica. Su vida combinó excelencia clínica, compromiso con la salud pública, la reforma de hospitales, avances médicos significativos y la defensa de los derechos de los sectores más vulnerables.
Formación médica y primeros logros
Su carrera médica inició en el ejército británico, donde se destacó como cirujano de regimiento. Participó en campañas militares, incluida la célebre batalla de Waterloo, en 1815. Dos años después, fue destinado a Sudáfrica, donde su trabajo transformaría profundamente los sistemas sanitarios coloniales. En la Colonia del Cabo, impulsó reformas pioneras en salud pública, defendió a enfermos de lepra, prisioneros y comunidades marginadas, y exigió mejoras en la higiene hospitalaria, en una época anterior a la aceptación de la teoría microbiana de la enfermedad.
Uno de sus logros más memorables fue la realización, en 1826, de la primera cesárea documentada en África, en la que sobrevivieron tanto la madre como el niño, siendo un acontecimiento médico impresionante para su tiempo.
En 1840, le fue concedido un grado de médico inspector. Así, el Dr. Barry ascendió con rapidez dentro del cuerpo médico del ejército, siendo destinado a lugares como Jamaica, India y Santa Elena. En cada uno de estos sitios impulsó mejoras sanitarias, desafió estructuras autoritarias y trabajó para dignificar la atención médica tanto en contextos militares como civiles. Su estilo era descrito como severo y perfeccionista, con un fuerte sentido ético, lo cual le valió tanto admiradores como detractores.
En 1857, fue nombrado inspector general de hospitales en la colonia británica de Canadá, un cargo equivalente al de cirujano general, desde el cual continuó reformando sistemas de salud y exigiendo estándares más humanos y eficaces en la medicina militar.
El secreto revelado
Gracias a los archivos, cartas y extractos de documentos compartidos por The National Archives, sabemos que, tras su muerte, en Londres, el 25 de julio de 1865, después de cincuenta años de ejercer la medicina y servir en campañas militares por todo el Imperio británico, se desató un escándalo que alborotó a los círculos médicos y sociales; un secreto personal que, una vez revelado, sacudió los cimientos de la moral victoriana. Y es que el Dr. James Miranda Stuart Barry, en realidad, era una mujer, cuyo nombre de nacimiento era Margaret Ann Bulkley.
La historia del Dr. Barry es un cruce entre la pasión científica, la valentía personal y la transgresión de las normas de género. La transformación de Margaret Bulkley en James Barry no fue improvisada. Todo indica que fue el resultado de un proyecto familiar y político, que incluyó a figuras influyentes como el general venezolano Francisco de Miranda y el conde David Erskine, quienes creyeron en el potencial intelectual de Margaret y trazaron un plan para que pudiera estudiar medicina en una sociedad que lo prohibía para las mujeres. Con cartas de recomendación y bajo su nueva identidad, Barry ingresó a la Universidad de Edimburgo, entre 1809 y 1810, graduándose en 1812, siendo una de las personas más jóvenes en recibir un título médico en esa institución.
Se menciona que James Barry, durante su vida, insistió en no ser examinado y en ser enterrado con el mismo ropaje con el que falleciera, pero no fue así. La mucama que preparó su cuerpo, Sophia Bishop, declaró haber descubierto que Barry tenía características anatómicas femeninas. Incluso, afirmó haber notado marcas en su vientre, sugiriendo que Barry podría haber tenido un embarazo, aunque esto nunca fue confirmado. El gobierno británico intentó silenciar la revelación y no rectificó sus registros oficiales. No obstante, la prensa de la época, especialmente en Dublín y Mánchester, difundió ampliamente la historia.
La comunidad médica reaccionó con perplejidad. Algunos colegas, como el Dr. Edward Bradford, sugirieron que Barry era simplemente un hombre con desarrollo sexual incompleto. Otros, con más distancia crítica, admitieron que su identidad de género había sido consistentemente masculina durante más de medio siglo. En cualquier caso, Barry no fue despojado de su rango ni borrado de la historia oficial, quizás, por respeto a sus innegables méritos profesionales.
Identidad, autodeterminación y legado
La historia de Margaret Ann Bulkley, bajo el seudónimo masculino de James Barry, plantea interrogantes profundos sobre la identidad personal, el género y las narrativas oficiales de la historia.
¿Fue Barry una mujer que se disfrazó para ejercer la medicina, o un hombre transgénero cuya identidad fue incomprendida por su tiempo? Algunos estudios recientes adoptan esta última visión, argumentando que Barry vivió coherentemente como hombre hasta el final de su vida, incluso, cuando ya no era necesario mantener una apariencia masculina.
Isobel Rae, en su biografía de 1958, se refiere a Barry como "ella"; una postura que también han sostenido autoras como Carlotta Hacker y Julie Wheelwright. Sin embargo, la evidencia de su vida cotidiana —como el hecho de que pidió ser enterrado vestido como murió y que, en la tapa de su viejo baúl, guardaba imágenes de moda femenina— invita a lecturas más complejas sobre la tensión entre deseo, necesidad y expresión de identidad.
Desde una perspectiva contemporánea, el doctor Barry o, mejor dicho, la doctora Barry, es vista tanto como pionera en la medicina como figura de resistencia. Su historia ha sido recuperada por movimientos feministas, queer y transgénero, no sólo como un símbolo de transgresión, sino como una prueba viviente de que el talento y la vocación pueden —y deben— superar las barreras impuestas por el género.
Comparaciones históricas y resonancias filosóficas
La vida de Margaret Ann Bulkley ha sido comparada con la de Agnódice (Ἀγνοδίκη), la médica ateniense que se disfrazó de hombre para ejercer su vocación en la antigua Grecia. Ambas historias muestran que, en múltiples épocas y culturas, el conocimiento y el poder profesional han estado condicionados por el género, y que la resistencia a esas normas ha sido una constante.
Filosóficamente, el caso de Barry nos obliga a reconsiderar nuestras categorías de identidad. Su vida fue una afirmación radical de la autodeterminación: eligió ser médico y vivir como hombre, no por capricho, sino como única vía para acceder a una carrera vetada para su sexo asignado. Como afirma el filósofo Paul B. Preciado, “la identidad no es una esencia, sino un efecto político del poder y sus dispositivos”. En ese sentido, Barry fue un acto viviente de resistencia.
A más de 150 años de su muerte, el legado de Margaret Ann Bulkley como el doctor James Miranda Stuart Barry sigue vigente. Instituciones médicas en Reino Unido, Escocia y Sudáfrica han comenzado a reconocer oficialmente su contribución. Su historia ha sido objeto de documentales, novelas y análisis académicos que reivindican tanto su excelencia profesional como su audaz transgresión de las normas de género de su tiempo. En un mundo donde aún persisten barreras basadas en el género, el nombre de Barry resuena como ejemplo de integridad, valentía y compromiso con los más vulnerables. No sólo desafió enfermedades y estructuras coloniales, sino que, también, desestabilizó una de las construcciones más arraigadas de su tiempo: la identidad de género como destino.
A pesar del escándalo, el Estado británico nunca rectificó oficialmente los registros ni borró su nombre de los archivos médicos y militares. Fue enterrado como Dr. James Barry, en el cementerio de Kensal Green, en Londres, a sus 71 años, con su rango intacto, y así permanece su lápida.
Durante más de un siglo, su historia fue ignorada o reducida al escándalo por su identidad revelada. No fue sino hasta finales del siglo XX y, sobre todo, en el siglo XXI, que su figura fue reivindicada como símbolo de lucha contra las barreras de género.
En 2016, la biografía "Dr. James Barry: A Woman Ahead of Her Time", escrita por Michael du Preez y Jeremy Dronfield, es un libro que reavivó el interés por su historia, explorando tanto su brillante carrera médica como las complejidades de su identidad personal. Desde entonces, Barry ha sido recuperado en espacios académicos, culturales y educativos como una figura pionera cuya vida anticipó debates actuales sobre género, representación e inclusión. Es considerada una figura adelantada a su tiempo, que desafió el orden establecido y abrió caminos tanto en la medicina como en la reflexión sobre identidad y género.
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