Lo anterior se debÃa a que el quetzal era una manifestación divina, que estaba relacionado con los dioses Quetzalcóatl, en el caso de los mexicas, y con Kukulkán, en el de los mayas; ambas deidades, basadas en el arquetipo de la serpiente emplumada.
Cuenta el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, que Kukulkán y Tepeu, dios del cielo, soplaron sobre el árbol de guayacán para crear a las aves. Con esto, las hojas de tonalidad azul verdoso del árbol se esparcieron, dando forma al quetzal.
De esta manera, el ave se convirtió en una figura protagónica de estas culturas, pues su plumaje era muy estimado, sirviendo como moneda para pagar mantas, vestidos, comida o jade para hacer collares o pulseras, y era útil para confeccionar la vestimenta de los gobernantes y sacerdotes.
Entre los mayas, matar a un quetzal era considerado un crimen y se castigaba con la pena de muerte, asà que, para hacerse de su plumaje, el cazador, con gran paciencia, esperaba, escondido, una pausa en el vuelo del ave para atraparla, arrancarle las plumas de la cola y después dejarla ir; éstas le volvÃan a crecer al poco tiempo. Cabe decir que, en la etapa de reproducción, la cola de los machos llega a alcanzar hasta un metro de largo, en tanto que su cuerpo puede medir 35 centÃmetros; esto, debido al dimorfismo sexual que se presenta en dicha especie, ya que las hembras manifiestan una cola más corta y tienen colores más opacos.
El quetzal es considerado sÃmbolo tradicional de la libertad y la energÃa creativa, por lo cual, en cautiverio, puede morir. Se ubica en algunos paÃses de América Central, en América del Sur y en el sur de México.