Mazapán ‘de la Rosa’, un dulce icónico en México
- Hedy Hernández
- 8 abr
- 7 Min. de lectura

El mazapán ‘de la Rosa’ es uno de los dulces más emblemáticos en nuestro país. Su suave textura y delicioso sabor a cacahuate han conquistado el paladar de millones de personas por generaciones.
Pero, ¿cuál es la historia detrás de este dulce? Todo comenzó en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, con la visión y el esfuerzo de una numerosa familia que buscaba mejorar su situación económica.
Fue así que, a fines de la década de 1940, Don Jesús Michel González y su esposa, Doña Elvira Velasco Rolón, se vieron en la necesidad de cerrar un comercio que tenían en San Marcos, Jalisco, para arrancar una empresa –a la que le pusieron de nombre ‘Conitas’– y mantener a sus 13 hijos. El negocio familiar recomenzó en Guadalajara, con la producción de unas pastillas perfumadas. Al principio, no se vendían mucho, por lo que la familia optó por producir otro tipo de dulces, como grageas, paletas de malvavisco y caramelos con forma de guitarra. Aquellos dulces se distribuían en tiendas locales.
No fue sino hasta 1950, cuando se inspiraron en la receta original española del mazapán, para crear la receta del mazapán ‘de la Rosa’; cambiaron la almendra por cacahuate, ya que era más barato y abundante, y no le agregaron huevos, como en la receta original.
Gracias a sus conocimientos de química, Don Jesús logró desarrollar una fórmula que mezclaba el cacahuate tostado con azúcar molida perfectamente, creando ese sabor inconfundible que caracteriza al mazapán 'de la Rosa'.
El proceso de producción también era muy particular. Al cacahuate se le retiraba la piel rojiza para evitar cualquier sabor amargo y se tostaba cuidadosamente. Además, el azúcar se molía hasta alcanzar un tamaño de partícula de entre 16 y 18 micras, lo que garantizaba una textura suave y cremosa.
Un detalle interesante es que aproximadamente el 20 % del cacahuate se deja molido de manera más gruesa, para que los consumidores puedan sentir pequeños trozos de cacahuate en cada bocado, añadiendo una textura única al dulce.
Empezaron a vender los mazapanes bajo la marca ‘Conitas’, solamente envueltos en papel de celulosa metálico color oro, que llamaba la atención de los compradores. Sin embargo, conforme fue creciendo el negocio, fueron construyendo la marca, y debido a la exigencia del gobierno de que los empaques debían indicar el nombre de la empresa, la dirección y el teléfono donde se fabricaban, Don Jesús buscó un elemento para identificar al dulce, por lo que añadió tres fresas como logo a su producto.
Al poco tiempo se vieron obligados a modificar el empaque, pues otra fábrica de dulces, llamada ‘El Cerezo’, utilizaba tres cerezas en su empaque, y a pesar de las diferencias visuales entre las fresas y las cerezas, los abogados de la otra fábrica amenazaron con demandar, bajo el argumento de que los logos podían causar confusión entre los consumidores.
En lugar de involucrarse en una disputa legal, Don Jesús pidió terminar el lote de papel dorado que ya tenía, y buscó un nuevo logotipo para su producto.
La inspiración llegó de manera inesperada cuando, mientras conducía su automóvil, escuchó en la radio un anuncio que decía: "Guadalajara, ciudad de las rosas". En ese momento, decidió que el logo sería una rosa.
El pueblo bautiza el mazapán

Después de colocar una rosa roja como logo de ‘Conitas’, la gente identificaba más su mazapán por la imagen que por el nombre, y eso marcó una oportunidad.
Una vez que el mazapán comenzó a venderse con el nuevo logo, los clientes empezaron a pedir específicamente "el de la rosa".
Si les ofrecían otro producto, corregían al vendedor: "No, no, el de la rosa". Fue entonces cuando Don Jesús se dio cuenta de que el público ya había adoptado un nombre y lo había hecho suyo. Por ello es conocida su frase: “el mazapán es un dulce para el pueblo y el pueblo fue el que le puso el nombre”.
Esta conexión especial entre la gente y el mazapán fue clave para el éxito de la marca, pues dejó atrás el nombre de ‘Conitas’ para adoptar uno nuevo. Don Jesús se encargó de registrar rápidamente la marca 'de la Rosa', asegurando que su producto quedara ligado para siempre a ese nombre tan significativo.
A partir de entonces, el mazapán ‘de la Rosa’ se volvió muy popular, distribuyéndose en casi todas las tiendas del país. También se convirtió en una referencia para la gastronomía mexicana, siendo utilizado por muchos chefs y aficionados a la cocina en recetas innovadoras, como helado de mazapán de la Rosa, agua fresca de mazapán de la Rosa, natillas de mazapán de la Rosa, conchas de mazapán de la Rosa, o bien, como ingredientes para pasteles, atole y hasta platillos salados que buscan un toque dulce y distintivo.
Desde entonces, la empresa creció hasta lo que es hoy: uno de los imperios dulceros más grandes de México, nacido en una familia cien por ciento mexicana.
Finalmente, el emblema De la Rosa terminó por denominar a toda la empresa, misma que actualmente opera desde Tlaquepaque, Jalisco. Dulces De la Rosa cuenta con tres plantas de operación que distribuyen a todo México e importan al resto del mundo.
El futuro de una empresa familiar
Jesús Michel González falleció en 1984, a los 73 años, por lo que la operación de la empresa en Tlajomulco quedó a cargo de Enrique Michel Velasco, de 33. De los trece hermanos, once se mantienen en el negocio, y son dueños, en distinta proporción, de todas las fábricas De la Rosa. Muchos de los nietos del matrimonio Michel Velasco forman parte activa de la empresa, en áreas como producción, ventas, empaques, mercadotecnia y distribución.
10 millones de mazapanes al día
Al principio, el mazapán se producía en cazos de cobre, en poco más de 25 pequeñas viviendas en Guadalajara, adaptadas como talleres en los que trabajaban unas 10 personas, en cada uno; luego se envolvía a mano y se distribuía de tienda en tienda.
En 1969, el cura de Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco, Fabián Ramos, le pidió a Don Jesús Michel que instalara talleres para dar empleo en el pueblo, por lo que instalaron varias líneas de producción.
Hoy, la fábrica de Tlajomulco tiene capacidad para producir 10 millones de mazapanes por día. Una sola de sus máquinas revolvedoras puede moldear y empaquetar cientos de mazapanes cada minuto. El preparado para el mazapán y las otras golosinas hechas con cacahuates requieren de 500 toneladas diarias, el cual se tuesta y se cocina en las instalaciones de este pequeño pueblo, donde mucho del empleo es generado por la fábrica De la Rosa. La nave cuenta con más de 100 mil metros de superficie, bajo la cual confluyen, con el nombre De la Rosa, más de 30 pequeñas “fábricas” donde hacen dulces como malvaviscos, gomitas, chocolates, cacahuates japoneses y caramelos.
Tlajomulco es sólo una de las tres plantas que De la Rosa tiene en Jalisco; otra está en San Sebastián, donde se producen caramelos duros y paletas, y una más en Guadalajara, donde se elaboran caramelos suaves, paletas de caramelo y las variedades de la marca ‘Pulparindo’. Además de estas fábricas, De la Rosa cuenta con su propia distribuidora, encargada del manejo de los más de 500 productos elaborados por la compañía.
Dulces de la Rosa es la sexta empresa más importante del país en la categoría de dulces y confitería, con una participación de 4.3 % de un mercado valuado en casi 1,600 millones de dólares. En la categoría de mazapán, De la Rosa tiene una participación de 92.1 % del mercado en ventas al mayoreo en el país, es la marca dominante.
Con ingresos anuales estimados en más de 1,300 millones de pesos, la clave para la prevalencia de sus emblemáticos mazapanes es que los márgenes de ganancia que obtienen por ellos son muy pequeños. La mayor parte de la ganancia de la venta de un mazapán es para quien lo vende.
¿Humanos o máquinas?
De acuerdo con Enrique Michel, presidente del consejo y director general de la empresa, actualmente del total de la producción, el 20 % de la producción de Dulces de la Rosa se exporta, de ese porcentaje el 11 % va para Estados Unidos, que sigue siendo su principal mercado en el extranjero, mientras que el resto se manda a más de 15 países, incluyendo Canadá, Centroamérica, la Unión Europea algunos de Medio Oriente como Afganistán y Pakistán y hasta la India.
Enrique Michel Velasco asegura que la clave del éxito de la empresa es su gente. “Cuando tiene uno el talento de hacerse un equipo de personas que tienen un mismo fin, se generan grandes resultados”.
Por ello, el empresario mazapanero decidió no automatizar el proceso de envoltura del famoso mazapán ‘de la Rosa’, y aunque el proceso sería más veloz y más barato, con una mayor producción y mayores ganancias, decidió preservar los empleos de sus trabajadores, muchos de los cuales son padres de familia, madres solteras y jóvenes que pagan sus estudios.
Uno de esos días, cuando el empresario estaba por tomar la decisión de adquirir la tecnología, se le acercó una trabajadora y le dijo: “Don Enrique, muchas gracias, porque por este trabajo saqué adelante a mis hijos, y hoy uno ya se graduó de ingeniero”.
Desde entonces, Michel Velasco se preguntó: “¿Qué pasará con la gente? ¿Qué pasará con las madres solteras que llevan el pan a su casa? ¿Con aquellos que han estado con nosotros por años? Así que tomé la decisión de no hacerlo. Lo primero es la gente. Un negocio no sólo son números, también son valores, y la verdadera riqueza está en ayudar a quienes te rodean”.
Reconocimiento
El 12 de enero de 2018, con motivo del Día Mundial del Mazapán, la empresa Dulces de la Rosa hizo el mazapán más grande del mundo, rompiendo un Récord Guinness, en un evento que organizaron con el ayuntamiento, en la Plaza Fundadores de Guadalajara. Además, ha sido reconocido por su calidad y sabor tanto a nivel nacional como internacional.
Comments