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Foto del escritorRedacción Relax

A cinco siglos de la fusión de dos culturas. Otro ángulo para revivir el acontecimiento



En febrero del año 1519, el español Hernán Cortés desembarcaba en las costas de Cozumel, con la idea de llegar a Yucatán, seguir hasta Veracruz, y posteriormente, a territorio azteca, con el afán de someterlo, pues se hallaba en poder de Moctezuma. El hecho, apoyado en el nombre de la Corona Española, era antecedido por episodios de pugna entre pueblos indígenas, que, enemistados con los mexicas, se aliaron con las fuerzas de Cortés para acabar así con el sojuzgamiento de sus enemigos.


El 8 de noviembre de ese año, se daría el encuentro entre Moctezuma y Cortés, bajo una atmósfera de escepticismo. Por una parte, el primero consideraba que la presencia del conquistador se asociaba al dios Quetzalcóatl, aunque se percataba de la ambición de los españoles, que se mostraban codiciosos y maravillados ante los recursos y ofrendas que estas tierras poseían. En tanto, el segundo, aliado con los tlaxcaltecas, sentía la confianza para enfrentar el poder del tlatoani.



La confrontación entre mexicas y españoles es referida como una cruenta lucha de sacrificio, destrucción y muerte, con la consecuencia de que, al promediar el año 1520, Moctezuma fuera asesinado; y es que los extranjeros resultaron ser más fuertes y mejor armados.



Por elección de los sacerdotes y de los nobles mexicas, al gobernante le sucedería en el trono, Cuitláhuac, su hermano, aunque sólo por dos meses, pues, contagiado de viruela, moriría a los 44 años de edad, en noviembre de 1520. En enero de 1521, el sucesor sería Cuauhtémoc, primo de Moctezuma, siendo el último tlatoani mexica, quien representó a una caótica ciudad, devastada por la viruela, el hambre y la falta de agua potable, y que meses después, sería invadida por los españoles y sus aliados. Después de la Conquista, Cuauhtémoc fue obligado a acompañar a Cortés en sus siguientes expediciones, falleciendo en 1525.


Estos actos, que significaron la caída del Imperio de Tenochtitlan, abrieron paso a la Colonia o Virreinato, época en la que el dominio se expandió y el territorio sometido fue conocido como la Nueva España, en el cual se dio el mestizaje y una transculturización, germen de nuestra identidad.


Fue hasta el año 1810 cuando, tras siglos de explotación social y económica, discriminación y otros actos de poder, comenzó la gestación del movimiento independentista, que culminó en 1821, con el reconocimiento de un país libre.


Sobre los hechos mencionados, versiones coinciden y otras difieren en algunos detalles, pues la mayoría se basa en los vestigios y el trabajo de historiadores, quienes, a su vez, expusieron conjeturas asentadas en la interpretación de sus antecesores; lo cual causa una visión con varias aristas. El caso es que generan cierta polémica que, en muchas ocasiones, conduce a la pérdida de la objetividad sobre el hecho histórico en sí, como explicaba la filóloga Beatriz Arias Álvarez, en abril de 2019, a un medio de comunicación: “… nos siguen enseñando la historia desde una perspectiva contemporánea y que no entendemos a Cortés desde su tiempo y mundo”, mientras por ejemplo, España, sugiere que “… a ellos les debemos la lengua y la religión, pero no reconocen que, al fin y al cabo era la tierra de los pueblos indígenas, era su tierra” [1]; así que señalaba que ambos países deberían hacer una reflexión conjunta acerca de la Conquista.


Lo anterior, sin duda, es el ejemplo claro de cómo este tema daría pie a un sinfín de argumentos y abriría la posibilidad de una amplia y valiosa discusión, que, aunque no incluimos en este espacio, es preciso tenerla en cuenta.


Evocando ese tiempo


En torno a la Conquista, que significó la transformación de un territorio y de sus habitantes, son diversas las manifestaciones culturales que pretenden enfatizar su conmemoración. Algunas de éstas serán exposiciones en museos, universidades, foros, conferencias y la apertura de ventanas arqueológicas, que se alistan para recibir a los visitantes, en tanto, algunos sitios lo harán de manera virtual, dadas las condiciones que ha marcado la pandemia por coronavirus.



Al respecto, destaca el encuentro organizado por el comunicador y cineasta Miguel Gleason Berumen, quien, mientras llevaba a cabo una investigación en Europa sobre los vestigios y objetos del patrimonio cultural mexicano, hace algunos años, se topó con un descendiente del emperador Moctezuma, en Cáceres, España, y eso le llevó a plantearse la posibilidad de escenificar la reunión ocurrida aquel 8 de noviembre de 1519.

Trató de localizar a uno de los descendientes de Hernán Cortés, y después de un tiempo, lo hizo en Italia. Años más tarde, el gobierno de Tlaxcala le solicitó un proyecto de investigación sobre la presencia de dicho estado en Europa, y fue cuando imaginó, como parte de este trabajo, recuperar la impresión de ambos parientes.


Patrick Johansson, quien trabaja en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, y es originario de Francia, destaca que ese momento fue cumbre, pues Moctezuma creía que Cortés y los españoles representaban el regreso de Quetzalcóatl, mientras que Cortés había mitificado la figura de Moctezuma.

En 2015 se entrevistó con el heredero de Cortés, en Italia, le propuso el encuentro para 2019, y él estuvo de acuerdo; sin embargo, debido a que el italiano falleció antes de que se concretara la cita, Gleason solicitó a Ascanio Pignatelli, primo de éste, su participación.


Fue así que el 8 de noviembre de 2019, a las 9:30 horas, Federico Acosta Ruiz Peinado y Ascanio Pignatelli Aragona Cortés se encontraron en la esquina de República de El Salvador y José María Pino Suárez, en el Centro Histórico de nuestra capital, para recrear el momento en que sus antepasados se vieron por primera vez.


Pignatelli, descendiente de la decimosexta generación de Cortés, y Acosta, de la decimocuarta de Moctezuma, extendieron sus manos, las estrecharon y se dieron un fuerte abrazo, con cierta familiaridad. Acto seguido, miraron hacia la pintura ubicada en ese punto, afuera del Hospital de Jesús, titulada El encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma, del pintor Juan Correa, la cual evoca esa remota cita.


Ambos personajes dieron su opinión acerca de la invitación que los llevó a esa reunión. Pignatelli, quien vive en Italia, expresó sentirse honrado por la convocatoria y muy contento con la hospitalidad de los mexicanos, por su cultura y cocina, y, además, dijo sentirse muy conectado con México.



Por su parte, Federico Acosta subrayó que, aunque se trató de una invasión y no de una batalla formal, el momento provocó que surgiera una nueva cultura, “una mezcla de la cual venimos”, y que, por tanto, era un suceso que se debía exaltar.


Posteriormente, en una conferencia en el Museo de la Ciudad de México, los dos hombres fueron cuestionados sobre la solicitud que el presidente de México hizo a España, de pedir perdón por lo ocurrido en el pasado. Pignatelli lo hizo, se disculpó de forma simbólica, asegurando que ese encuentro servía para ayudar a dejar la energía negativa, en tanto, Acosta señaló que no hacía falta algún perdón, ya que “somos una familia”, refiriéndose a la fusión de culturas.


La memorable cita forma parte del documental El reencuentro. 500 años, Moctezuma y Cortés, que Miguel Gleason y Muesart, colectivo multidisciplinario de historiadores, investigadores y antropólogos, se encontraban preparando con miras a esta conmemoración. Su organizador explica que el objetivo de ésta es, más que histórico, de san


Danzar es una de las manifestaciones más auténticas del pasado prehispánico de México. Después de la Conquista, muchas de las danzas estaban prohibidas, por lo que también, los sonidos con instrumentos como el caracol y los tambores.





[1] Paul, Carlos. La Conquista requiere de una reflexión conjunta de España y México. La Jornada. 22 de abril de 2019.

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