Al promediar el siglo pasado, las potencias del mundo se promovían para ser las protagonistas de las observaciones y descubrimientos en torno al planeta Tierra y un espacio; específicamente, la entonces llamada Unión Soviética, se encontraba vislumbrando el lanzamiento del Sputnik 1, el primer satélite artificial de la historia, que formaría parte del Programa Sputnik, conformado por varias misiones espaciales que ejecutaría este país, entre finales de la década de los 50 e inicios de los 60. La cita para esta expedición fue el 4 de octubre de 1957.
El Sputnik I se planeó como una contribución al Año Geofísico Internacional, encuentro que comprendería desde julio de 1957 a diciembre de 1958, y en el que participaron con sus trabajos más de 30 mil científicos y técnicos de 66 países. Además, el lanzamiento buscaba contrapesar, los esfuerzos de los Estados Unidos que, a su vez, trabajaban en su programa de cohetes satelitales Vanguard, incluso, esta nación llevó a cabo un vuelo suborbital el 1 de mayo de 1957, cinco meses antes que los rusos.
El satélite ruso era una esfera de aluminio de 58 centímetros de diámetro que portaba cuatro finas antenas, pesaba alrededor de 83 kilógramos y contenía dos transmisores de radio, uno de 20 mil siete y otro de 40 mil dos MHz. Orbitó la Tierra a una distancia de 938 kilómetros sobre el apogeo y a 214 kilómetros en el perigeo, logrando obtener información relacionada con la densidad de los electrones en la ionósfera.
Por cierto, en agosto pasado, el gobierno ruso anunció al mundo que estaba lista su vacuna para el COVID-19, a la que nombró Sputnik-V, en honor a este programa espacial que lo hizo un pionero.
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