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¿La genética influye en el rendimiento deportivo?

  • Hedy Hernández
  • hace 12 horas
  • 5 Min. de lectura
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Durante décadas, el entrenamiento y la nutrición se consideraron los pilares fundamentales del desempeño físico. Sin embargo, el avance de la genética y la biología molecular ha permitido comprender que la predisposición genética influye de manera significativa en aspectos como la capacidad muscular, la eficiencia energética, la recuperación, la propensión a lesiones y la adaptación al entrenamiento.

 

La genética como cimiento del fenotipo deportivo


Los estudios de heredabilidad sugieren que entre el 30 % y el 80 % de los componentes del rendimiento físico tienen una base genética. Rasgos como el consumo máximo de oxígeno, la proporción de fibras musculares, la respuesta cardiovascular al ejercicio, la potencia explosiva y la flexibilidad presentan distintos grados de influencia hereditaria.

 

El rendimiento deportivo no depende de un sólo gen, sino de una combinación de variantes genéticas que interactúan entre sí. Esto se conoce como un rasgo poligénico, donde cada variante aporta un pequeño efecto, pero en conjunto producen diferencias marcadas entre individuos. A esto se suma la epigenética, es decir, los cambios en la expresión génica inducidos por el ambiente, que pueden potenciar o limitar las capacidades iniciales.

 

Capacidad muscular: fibras rápidas, fibras lentas y genes clave


La musculatura es determinante en casi todas las disciplinas deportivas, y su tipo de fibra influye de manera directa en el desempeño. Existen dos grandes categorías:

 

Fibras tipo I (lentas): eficientes para la resistencia, con alto contenido de mitocondrias.

 

Fibras tipo II (rápidas): orientadas a la fuerza y la velocidad, capaces de generar contracciones explosivas.

 

La proporción entre fibras tipo I y tipo II tiene una importante base genética y afecta directamente a la fuerza. Por ejemplo, el gen ACTN3, uno de los más estudiados en la genética del deporte, codifica la proteína alfa-actinina-3, esencial para el funcionamiento óptimo de las fibras rápidas. Las personas con la variante activa (genotipo RR o RX) tienden a destacar en deportes de sprint o potencia, mientras que quienes presentan la variante inactiva (XX) suelen tener un perfil fisiológico más favorable para actividades de resistencia.

 

Otro gen relevante es MSTN, que regula la producción de miostatina, una proteína que limita el crecimiento muscular. Variaciones que reducen la actividad de la miostatina pueden favorecer un mayor desarrollo muscular, aunque son poco frecuentes en humanos.

 

Rendimiento energético: cómo influyen los genes en la producción de energía


Todo esfuerzo deportivo depende del suministro energético. La genética juega un papel clave en la capacidad del músculo esquelético para producir fuerza a alta velocidad, crucial para deportes de sprint y potencia. Asimismo, interviene en la eficiencia con la que los músculos utilizan carbohidratos, grasas y oxígeno para generar ATP, la molécula energética fundamental.

 

Entre los genes más estudiados se encuentran:

 

·       PPARGC1A, que regula la biogénesis mitocondrial y está vinculado con un mejor rendimiento aeróbico.

·       AMPD1, asociado a la eficiencia del metabolismo anaeróbico. Algunas variantes pueden causar fatiga temprana en ejercicios de alta intensidad.

·       CKM, que influye en la creatina quinasa muscular y en la capacidad para regenerar ATP rápidamente.

 

El VO₂máx, un predictor clave del rendimiento en resistencia, tiene un componente hereditario de alrededor del 50 %.

 

Recuperación y reparación muscular: por qué algunos atletas se recuperan más rápido


La velocidad de recuperación tras el ejercicio es un aspecto crítico del rendimiento deportivo. Los genes influyen tanto en la inflamación como en la reparación del tejido muscular.

 

Los principales procesos regulados por la genética incluyen:

·       Respuesta antioxidante: variantes en genes como SOD2 o CAT afectan la capacidad para neutralizar radicales libres producidos durante el ejercicio intenso.

 

·       Respuesta inflamatoria: genes como IL6 y TNFα modulan la magnitud de la inflamación post-ejercicio, lo que puede influir en la aparición del dolor muscular de aparición tardía (DOMS).

 

·       Síntesis de colágeno: variaciones en el gen COL5A1 están asociadas a diferencias en la resistencia mecánica de tendones y ligamentos.

 

Los atletas con variantes que favorecen una mejor capacidad antioxidante y una inflamación más controlada tienden a recuperarse más rápidamente, permitiendo entrenamientos más intensos y frecuentes.

 

Predisposición a lesiones: cuando los genes inclinan la balanza


No todas las personas tienen la misma susceptibilidad a sufrir lesiones musculares, articulares o tendinosas. La genética también juega un papel en este ámbito. Las variantes genéticas pueden aumentar el riesgo de sufrir ciertos tipos de lesiones, como roturas del ligamento cruzado anterior o fracturas por estrés.

 

Algunos ejemplos:

 

·       COL1A1 y COL5A1: relacionados con la integridad del colágeno; ciertas variantes aumentan el riesgo de lesiones ligamentarias y tendinosas.

 

·       GDF5: influye en la mineralización ósea y la salud de las articulaciones; algunas variantes se asocian con lesiones de cartílago.

 

·       ACE: su variante de inserción (I) se ha vinculado con un mayor riesgo de calambres musculares en esfuerzos prolongados.

 

Sin embargo, una predisposición genética no sustituye los factores externos: técnica deficiente, sobreentrenamiento, desequilibrio muscular, mala alimentación y descanso insuficiente suelen ser los verdaderos detonantes de lesiones.

 

Adaptación al entrenamiento: por qué no todos responden igual


Uno de los hallazgos más interesantes de la genética del deporte es la idea de que existen “respondedores altos” y “respondedores bajos” al entrenamiento. Aunque todos los atletas mejoran con la práctica, el grado de adaptación varía.

 

El estudio HERITAGE, uno de los más grandes sobre entrenamiento aeróbico y genética, demostró que la mejora del VO₂máx tras un programa estandarizado variaba hasta 30 % entre individuos, y una parte importante dependía de variantes genéticas específicas.

 

Genes como ACVR1B, ANGPTL4, VEGFA y NRF1 participan en la remodelación muscular, la angiogénesis y la eficiencia metabólica, y pueden influir en la velocidad a la que el cuerpo se adapta a las cargas de trabajo.

 

Factores ambientales: el ambiente siempre moldea al genoma


Aunque la genética establece un marco fisiológico, el ambiente determina en gran medida el resultado final. El entrenamiento, la nutrición, el descanso, la salud mental, el clima, la altitud e incluso la cultura deportiva intervienen en la expresión de los genes.

 

La epigenética —modificaciones reversibles en la expresión génica inducidas por estímulos externos— es una vía clave. Factores como:

·       Entrenamiento intenso

·       Variabilidad en las cargas

·       Consumo de nutrientes específicos (aminoácidos, omega-3, antioxidantes)

·       Exposición a hipoxia

·       Calidad del sueño

pueden activar o desactivar grupos de genes relacionados con la resistencia, la hipertrofia o la recuperación.

 

¿Hasta qué punto la genética determina quién llega a la élite?


Si bien algunas variantes genéticas están sobrerrepresentadas en deportistas olímpicos, esto no basta para predecir el éxito.

 

Los estudios muestran que:

 

·       Ningún gen por sí solo predice el rendimiento.

·       El perfil genético ideal para cada disciplina involucra docenas de variantes.

·       El entrenamiento temprano y consistente es indispensable.

·       La motivación, el entorno familiar, el acceso a instalaciones y el apoyo psicológico son igual de determinantes.

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