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Moisés Zúñiga

Tejer a mano: un arte ancestral

Desde los egipcios hasta la era moderna, así se ha transformado el oficio de tejer


El tejido a mano es una actividad que se ha practicado durante miles de años, para crear telas y prendas, como calcetines, suéteres, bufandas, sombreros y vestidos. ¿Quién no ha usado una de éstas, especialmente en los días de invierno?


Sin embargo, pocos de nosotros conocemos la historia de este quehacer, considerado, por muchos, un arte. Aunque su origen no se conoce con exactitud, existen interesantes referencias, que vale el esfuerzo saber.


Del nalbinding al tejido a mano, en Egipto


Para algunas personas, el tejido a mano comenzó cuando el hombre primitivo hacía redes a partir de las raíces de los árboles. No obstante, se considera que su primer antecedente se remonta al antiguo Egipto, de donde proviene un par de calcetines, cuya elaboración está documentada en el siglo 1000 d. C. Estos primeros calcetines se trabajaron en nalbinding, una antigua técnica en la que se usaba hilo para crear telas, haciendo nudos y bucles, con una aguja de madera o de hueso.


Más tarde, esta práctica evolucionó hasta llegar al tejido a mano, el cual, según el historiador Richard Rutt, podría haber sido inventado por los egipcios, para ahorrar tiempo y energía en la creación de sus prendas, pues el nalbinding era más tardado y requería una destreza especial.




La palabra ‘tejer’ –knit, en inglés– proviene de un vocablo antiguo en dicho idioma, cnyttan, que significa ‘atar con un nudo’. Tejer es el proceso de usar dos o más agujas para enrollar un hilo y formar una serie de bucles interconectados, que crean una prenda terminada o algún otro tipo de pieza.


El tejido llega a Europa y se convierte en arte


A Europa, la actividad de tejer llegó de la mano de los árabes, a través de las rutas comerciales del Mediterráneo. En sus inicios, era una labor que sólo las personas muy ricas podían permitirse. Esto explica por qué las prendas de punto más antiguas encontradas en ese continente provienen de la tumba del príncipe Fernando de la Cerda, miembro de la realeza castellana. Se trata de una colección de impresionantes fundas de almohada de seda, que datan de alrededor del año 1275.


La Iglesia católica aprovechó el tejido a mano para la creación de sus prendas y accesorios litúrgicos. Incluso, esta práctica adquirió un carácter artístico.

En la década de 1350, el tejido se plasmó en la pintura, ya que aparecieron varias imágenes que representaban a la Virgen María, mientras tejía. Estas pinturas fueron conocidas como Las madonas tejiendo. Una de las más representativas es la de la Virgen de la humildad, de Ambrogio Lorenzetti, que muestra a María, sentada en el suelo, tejiendo.


En el Reino Unido, durante la época medieval, las prendas de punto de lana se hicieron populares debido a sus cualidades resistentes a la intemperie, especialmente entre soldados, marineros y trabajadores.


En el siglo XVI, tejer se había convertido en un oficio. Durante el período isabelino, se establecieron escuelas de tejido, en Gran Bretaña. Las medias elaboradas con esta técnica, en especial, las que se exportaban a Alemania, Holanda y España, proporcionaban ingresos a los pobres. En ese tiempo, surgió Dales knitting, que comenzó a finales del siglo XVI y que ostenta el récord de ser la industria del tejido más antigua de Inglaterra.


Su transformación con la tecnología


Durante la Revolución Industrial, el oficio de tejer se desarrolló y expandió gracias a los exploradores y colonos europeos. En 1589, el inglés William Lee creó el bastidor de calcetines o la máquina de tejer, el primer dispositivo que imitaba los movimientos de la mano de un tejedor.


Más tarde, aparecieron artefactos para tejer lana, fabricar telas e, incluso, encajes. La ciudad de Nottingham, en particular el distrito conocido como Lace Market, se convirtió en un importante productor de encaje tejido a máquina.


Esta masificación provocó que la práctica a mano perdiera su capacidad de competir con las grandes máquinas, enfocadas a fines comerciales. Así fue como tejer a mano se volvió un arte y se mantuvo vivo como un pasatiempo.


Cuando se vuelve una moda


En la década de 1920, las prendas de punto, como las camisetas y los suéteres, ganaron un papel fundamental en el mundo de la moda, tanto para hombres como para mujeres de todas las edades. Incluso, la técnica se utilizó para confeccionar prendas deportivas, como la indumentaria del golf, el tenis y el cricket.


Grandes representantes de la moda, como Coco Chanel, adoptaron este arte, para diseñar elementos y patrones destacados. Desde entonces, diseñadores reconocidos, como Yves Saint Laurent, Sonia Rykiel, Calvin Klein, Liz Claiborne y Diane von Furstenberg, han usado tejidos de punto, con regularidad, en sus colecciones, promoviendo un sello de elegancia y comodidad.



En la actualidad, la industria del tejido es enorme. Todos los seres humanos, desde bebés hasta niños, hombres y mujeres, usan prendas tejidas que se pueden adquirir en casi cualquier lugar. No obstante, las piezas hechas a mano son más valoradas por los compradores, no sólo porque se trata de trabajos únicos, sino por la gran destreza y talento de las personas que las crean; volviéndose aún más especiales si provienen de las manos de las abuelitas.



Las acciones repetitivas involucradas en manualidades como el tejido y el ganchillo pueden inducir un estado de relajación profunda, similar al que experimentamos durante las prácticas como el yoga y la meditación.

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