Despedida al “Príncipe de las tinieblas”
- Redacción Relax

- 3 sept
- 5 Min. de lectura

Ozzy Osbourne, el inigualable “Príncipe de las tinieblas” y “padrino” del heavy metal, nos deja un legado imborrable. Pionero, carismático y honesto hasta el hueso, su música, su vida y su voz dejaron huella en millones. Recordemos, con cariño y admiración, a ese artista irreverente que cambió la historia del rock, para siempre.
De Birmingham al mundo: el origen de un mito
John Michael “Ozzy” Osbourne nació el 3 de diciembre de 1948, en Birmingham, Inglaterra, en un humilde entorno obrero. Creció en una familia trabajadora y descubrió la música desde muy joven. Su infancia estuvo marcada por la música de los años 50 y 60: Elvis Presley, los blues británicos, el rock and roll y algunas bandas locales que tocaban en los pubs. Su pasión por el canto lo llevó a experimentar con grupos escolares y amigos del barrio.
A principios de los años 60, comenzó a asociarse con músicos locales, como Tony Iommi, con quien formaría una sociedad creativa duradera. Antes de la agrupación que lo lanzó al estrellato, participó en otras bandas, como Rare Breed y The Polka Tulk Blues Band. Estas fueron sólo el principio, ya que Ozzy destacaba por su voz cruda, su presencia magnética y su entrega total en el escenario.
Estas primeras experiencias moldearon tanto su particular estilo vocal como su actitud provocadora. Su amor por el blues, el rock duro y esas influencias de lo oscuro que tanto le atrajeron estuvieron de lleno en su música cuando dio el salto definitivo a la fama.

El reinado de Black Sabbath
A finales de los años 60, una formación brillante estaba gestándose: Tony Iommi, Geezer Butler, Bill Ward y el joven Ozzy Osbourne se unieron bajo el nombre de Black Sabbath. En 1969, publicaron su álbum debut homónimo, un disco que cambiaría el curso del rock, con temas colmados de riffs gravosos, ambientes sombríos y una atmósfera cargada de misterio. Fue un impacto inmediato; emergía un sonido más pesado, lúgubre y potente que lo escuchado hasta entonces. Los siguientes discos cimentaron su reputación: Paranoid (1970), Master of Reality (1971), Vol. 4 (1972) y Sabbath Bloody Sabbath (1973).
Canciones como Paranoid, Iron Man o War Pigs entraron en el imaginario colectivo del metal y el rock, que, aún, hoy, suenan como himnos generacionales. Su lírica, siempre cargada de metáforas sobre guerra, alienación, problemas existenciales o advertencias apocalípticas, conectó profundamente con los jóvenes de la época, que buscaban profundidad en las letras de las canciones.
El impacto comercial fue extraordinario: Paranoid vendió millones de copias en todo el mundo y se convirtió en uno de los discos más vendidos del rock británico. La banda realizó giras globales masivas, llenando estadios y conquistando Estados Unidos. En sólo unos pocos años, Black Sabbath ya era sinónimo de heavy metal. A dicha banda se le atribuye como creadora del género, gracias a su combinación de guitarras distorsionadas, voces agudas, letras oscuras y un aura teatral que fascinó al público. Su influencia se extendió a generaciones de bandas que verían en aquella agrupación su piedra fundacional. El éxito no se limitó a las ventas; la prensa especializada y los fans la consagraron y a sus integrantes como iconos indiscutibles.
Además, el concepto visual de la banda —portadas de discos ominosas, vestuario lúgubre y presentaciones intensas— ayudó a consolidar su estatus. También, fue fundamental el contraste emotivo entre el riff pesado de Tony Iommi y la voz dramática de Ozzy, que encarnaba en escena una figura, al mismo tiempo, enigmática y accesible, capaz de brillar tanto en auditorios gigantes como en entrevistas televisivas, donde su humor espontáneo y, a veces, despistado lo convirtió en una presencia inolvidable.
Por esos años, Black Sabbath no sólo dejó obras musicales legendarias, sino que vendió millones de discos mundialmente y dio voz a toda una subcultura. Su legado, como semillero del heavy metal, es incuestionable, y lo que aportó fue tomado por músicos y fans como punto cero de toda su propia evolución, en décadas posteriores.

Ozzy sin cadenas: la leyenda continúa
En 1979, tras caer en una crisis personal y conflictos internos, Ozzy fue expulsado de Black Sabbath. Lejos de hundirse, comenzó su carrera en solitario, liderado por su manager, Sharon Arden, quien, más tarde, sería su esposa. Su álbum debut, Blizzard of Ozz (1980), fue un éxito monumental: incluía dos clásicos instantáneos, Crazy Train y Mr. Crowley, canciones que se convirtieron en himnos del metal moderno.
Durante los 80 y 90, Ozzy lanzó más discos, como Diary of a Madman (1981), Bark at the Moon (1983), No Rest for the Wicked (1988), entre otros, consolidándose como estrella global. Su estilo continuó evolucionando: conservó esa mezcla de teatralidad, apariencia lúgubre, voz inconfundible y letras introspectivas, a veces, sombrías, con riffs memorables y colaboraciones notables, como con el virtuoso guitarrista Randy Rhoads, cuya guitarra definitoria elevó aún más su estatus.
Además, fue reconocido con múltiples premios y honores. Ganó premios Grammy, por trabajos como I Don’t Want to Change the World (1994) y Iron Man 2 (2010); y sus álbumes recurrentemente ingresaron en rankings de mejores discos del rock. Y no hay que olvidar su presencia en MTV, con The Osbournes, el reality show familiar que lo humanizó ante millones, mostrando su humor, su vida doméstica y su lado vulnerable, y acercando el metal a una audiencia más amplia.
En sus giras en solitario, llenó estadios alrededor del mundo, desde América Latina hasta Japón, Estados Unidos y Europa, reuniendo a legiones de fans de diferentes generaciones. Su capacidad para reinventarse, al tiempo que mantenía su identidad sonora, fue clave: un artista que supo mantenerse vigente sin renegar de sus raíces oscuras.
Sus colaboraciones con otros músicos legendarios del rock y del metal —como Metallica o Judas Priest, entre otros— ampliaron su influencia. Fue incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll, en 2006, tanto como miembro de Black Sabbath como en solitario, reconociendo su trayectoria multifacética. Su voz rasposa, su presencia excéntrica y su humildad sorprendente lo convirtieron en figura entrañable. Ese mix de mito y cercanía, de estrella del escenario y vecino común, fue parte de su encanto.
Entre la eternidad y el aplauso
Hasta sus últimos años, Ozzy mantuvo una conexión profunda con sus fans, ofreciendo conciertos portentosos y compartiendo retos personales, como su batalla con diversas enfermedades, con franqueza y coraje. Su legado radica en la inspiración que despertó en incontables músicos, la consolidación del heavy metal y en ese carisma raro que sólo él tenía: el héroe oscuro que ríe, tropieza y sigue cantando.
En su ciudad natal, Birmingham, el 5 de julio de 2025, Ozzy subió por última vez al escenario, en el concierto benéfico Back to the Beginning, celebrado en el emblemático estadio Villa Park. Sentado en un trono con alas de murciélago, afrontó su despedida ante más de 40 mil fans presentes y una audiencia global de más de 5 millones, por streaming. Pese a sus problemas de movilidad, causados por la enfermedad de Parkinson, su voz resonó con fuerza, en canciones como Crazy Train y Paranoid, antes de reunirse con Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward, para un emotivo cierre con Black Sabbath. Con su último acto, no sólo se despidió como artista, sino que lo hizo como símbolo de resistencia, pasión y legado eterno. El Príncipe de las tinieblas falleció el 22 de julio de 2025, a los 76 años de edad, a causa de un ataque al corazón, según su certificado de defunción.
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