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  • Foto del escritorRedacción Relax

Minimalismo, arte de la simplicidad





En un mundo consumista, que compra para llenar vacíos que no se pueden compensar con objetos y que lleva a la práctica la idea de que la felicidad es tener todo lo que siempre se quiso tener, llega una filosofía revolucionaria: el minimalismo, un modo de vida que se basa en poseer únicamente “lo necesario” para vivir y ser feliz, un movimiento que encontró un canal de expresión en la arquitectura.


La esencia del minimalismo es la reducción: sintetizar todo, en cada aspecto, hasta llegar a lo indivisible que sea exactamente lo básico de acuerdo a las necesidades de cada persona. Desprenderse de lo material que sobra hasta dejarlo en lo mínimo, para comenzar a nutrir lo que no se llena con elementos físicos: el alma.


“Si no eres feliz con lo que tienes, con lo que te falta, tampoco”.
Epicuro

El minimalismo y sus raíces

Después de la Segunda Guerra Mundial, a finales de los años 60, el arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe publicó su manifiesto Menos es más, en el que presentaba su nueva tendencia arquitectónica, basada en la perfecta simplicidad y sentido de la unidad, para fachadas mucho más expresivas y sencillas, principalmente en casas; además, la organización entre color, escala, volumen y espacio circundante, así como la personalidad de sus habitantes.


El término “minimal” fue utilizado por primera vez en un artículo de la revista Art Magazine, por el filósofo británico Richard Wollheim, en 1965, al referirse a una pintura del artista Ad Reinhardt, que evocaba figuras puras, sin modificación, en colores sólidos. Fue así como la consolidación del minimalismo fue atrapada por personalidades del arte, como: Ellsworth Kelly, Frank Stella, Donald Judd, Jules Olitski, Kenneth Noland, Jack Youngerman, Dan Flavin, Carl Andre, Robert Morris, Tony Smith, Larry Bell, John McCracken, entre otros.


En los años 90, esta nueva tendencia ya era muy conocida en todo el mundo. La búsqueda de la sencillez, absorción del máximo potencial y la liberación del espacio iniciaron un nuevo camino al diseño armonioso, en el que el color blanco era el dominante.


En esa misma década, tiendas como Armani y Calvin Klein comenzaron a adaptar sus estilos, para ganar vanguardia en el mundo de la moda. A partir del boom de sus ventas, el minimalismo representó la base de una nueva tendencia mucho más sofisticada y elegante, con base en lo sencillo.


Vivir más con menos

En los ámbitos arquitectónicos y de diseño, principalmente, la idea de la abstracción es un componente básico del minimalismo, pues pretende denotar el significado a través del propio signo, como el uso literal de los materiales.


Otras características son:


-        Ausencia de ornamentos

-        Purismo estructural y funcional

-        Orden

-        Precisión en los acabados

-        Reducción y síntesis

-        Máxima sencillez

-        Concentración de elementos

-        Desmaterialización

-        Carácter “opaco”

-        Superficies enfáticas monocromáticas


El arte de la simplicidad es el resumen del todo a lo elemental, pero no sólo es propio del mundo del arte, ya que una característica del minimalismo, fuera de la élite artística, es la economía de lenguaje: hablar concreta y simplificadamente, transmitiendo ideas complejas, es sumamente importante.


Los resúmenes, mapas conceptuales, el desapego por las cosas materiales, el orden, la precisión y sencillez son elementos que pueden utilizarse en la vida cotidiana y constituyen un acto minimalista.


Uno de los aspectos modernos en el que el minimalismo influye de manera radical en la cotidianidad de muchísima gente es formar nuevos estilos de vida basados en posesiones materiales estrictamente necesarias y actitudes simples, para llevar una vida mucho más sana y liviana.


Deshacerse de un gran repertorio de zapatos, limpiar el clóset, donar muebles que no se usan, viajar únicamente con una pequeña mochila, en lugar de maleta, llevando sólo lo esencial, y regalar todo tipo de objetos es una tarea para vivir en mínimo.


Testimonios de las personas que han empezado a vivir de este modo muestran que son mucho más felices dejando a un lado todo aquello que no representa una necesidad vital; de esta manera, se concentran más en sí mismas y en los que las rodean, en comparación con ver televisión, limpiar el hogar, ordenar, lavar ropa, preocuparse por espacio y, sobre todo, seguir comprando cosas que utilizarán muy pocas veces.


El reto de cambiar prácticas y conductas compulsivas, que, la mayoría de las veces, están basadas en la mercadotecnia, que crea necesidades de consumo, resulta dificultoso para mucha gente; sin embargo, representa una línea saludable para el bienestar de quienes lo logran, pues, en un mundo de estrés constante y consumo excesivo, la frase “el precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que usted intercambia para ella” da mucho en qué pensar.


Actualmente, existen muchos libros, como Minimalismo: movimientos en el arte moderno o El arte de ser minimalista. Cómo dejar de consumir y empezar a vivir, que sirven como guía de aprendizaje para miles de personas que quieren cambiar sus costumbres, para ser mucho más felices.


Algunos piensan que fue un salto mortal pasar de un concepto artístico a un acto revolucionario de vida, sin embargo, no tiene por qué ser radical. Después de todo, el arte es el reflejo del alma humana.


Así que, si bien no todas las personas están hechas para ser minimalistas, esta corriente puede ayudar a apreciar mejor lo esencial de la vida, sin todos aquellos disfraces y adornos, que, muchas veces, desvían la atención de lo auténtico.



“Si quieres crear algo bello, sólo tienes que hacer lo necesario, nada más.”
Giorgio Armani

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