Motul, un rinconcito en Yucatán con sabor a historia, huevos motuleños y tradición
- Hedy Hernández
- 30 sept
- 7 Min. de lectura

Cuando uno piensa en Yucatán, casi siempre se imagina Mérida con su Paseo de Montejo, Chichén Itzá con su pirámide imponente, o las playas turquesas de Progreso. Pero si se anima a salir un poquito de la ruta más turística y se adentra en el corazón de la península, se va a topar con joyas escondidas que tienen tanta historia, cultura y sabor que terminan sorprendiéndolo. Uno de esos lugares es Motul, un municipio que está a tan solo 45 minutos de Mérida y que, aunque a simple vista parece un pueblo tranquilo, tiene un montón de cosas que contar.
Se dice que los orígenes de Motul se remontan a la llegada de un grupo de mayas provenientes de Chichén Itzá, quienes decidieron establecerse en la zona. El líder de este grupo llevaba el nombre de Zac Mutul, y debido a ello, en sus inicios, Motul fue conocido como Mutul.
Durante la época de la conquista, al igual que en otras regiones del estado, se inició el proceso de evangelización de los mayas. En el caso de Motul, la construcción del convento San Juan Bautista comenzó en 1567, con el propósito principal de convertir a los mayas de Motul y las áreas circundantes al cristianismo. La construcción del ahora ex convento se completó en 1588; posteriormente, en 1651, se finalizó la construcción de la iglesia.
Y es que Motul no sólo es famoso por ser la cuna de los huevos motuleños (sí, ese desayuno con frijoles, tortilla, jamón, chícharos y plátano frito, en una mezcla rara pero deliciosa). También es tierra de historia revolucionaria, de antiguas haciendas henequeneras, de tradiciones religiosas y de un ritmo de vida que va entre lo pausado y lo festivo.
El corazón de Motul: su plaza y su mercado

Como en todo pueblo yucateco, el corazón de Motul late en su plaza principal. Ahí está el kiosco clásico, los portales con heladerías y tienditas, y la gente que en las tardes sale a sentarse en las bancas para ver pasar la vida. Si llega temprano, el lugar huele a pan dulce y a café; si va por la noche, a marquesitas y a elotes asados.
Junto a la plaza está el mercado municipal “20 de Noviembre”, que es una parada obligada para los glotones de corazón. Ahí nació la fama de los huevos motuleños, gracias a don Jorge Siqueff, un personaje que en los años 20 se inventó este platillo que hoy le da identidad al lugar. No hay mejor forma de probarlos que ahí mismo: con huevo estrellado sobre una tortilla untada de frijol, bañada en salsa de jitomate, con jamón, chícharos y queso rallado. Y si se siente aventurero, acompáñelos con un vaso de jugo de naranja recién exprimido, como hacen los locales.
Pero ojo, no todo es huevos motuleños. El mercado también es un paraíso para probar salbutes, panuchos, relleno negro y hasta cochinita pibil los fines de semana. El ambiente es alegre, bullicioso, lleno de vendedores que platican entre ellos y gritan ofreciendo sus productos cuando alguien pasa frente a ellos. Comer ahí es como meterse en la vida diaria de Motul.
Historia con sabor a revolución
Motul no sólo se cuenta en sabores, también en historia. Este municipio fue la cuna de Felipe Carrillo Puerto, un político revolucionario que en los años 20 luchó por los derechos de los pueblos mayas y fue gobernador de Yucatán. Lo llamaban “el apóstol rojo de los mayas” porque impulsó reformas agrarias, promovió la educación indígena y le dio voz a quienes nunca la habían tenido.
En Motul puede visitar la Casa-Museo Felipe Carrillo Puerto, que conserva fotografías, documentos y objetos personales. Es un lugar sencillo, pero con mucho significado. La visita lo deja a uno pensando en lo avanzado que fue su pensamiento para la época, y en cómo su figura sigue siendo respetada hasta hoy.
Además, la plaza de Motul tiene una estatua en su honor, porque la gente no olvida a quien trabajó por su tierra. Es común escuchar anécdotas de abuelitos que cuentan lo que sus propios padres vivieron en esos tiempos de lucha.
Las haciendas: ruinas que hablan
Como muchos rincones de Yucatán, Motul también tiene su historia ligada al auge y declive del henequén, esa fibra verde que le dio riqueza al estado en el siglo XIX. Alrededor del municipio todavía se pueden ver haciendas henequeneras, algunas convertidas en hoteles o casas privadas, y otras en ruinas que se integran con la vegetación.
Una de las más conocidas es la Hacienda Uxmalal, que conserva parte de su arquitectura original. Sus arcos, su chimenea y las antiguas casas de máquinas son testigos de aquella época en que el henequén era conocido como “el oro verde”. Caminar por ahí es como escuchar a las piedras contar historias de trabajo duro, de trenecitos de carga y de hacendados que hicieron fortuna.
Aunque muchas de estas haciendas no están abiertas al público de manera formal, basta con manejar por los alrededores para verlas y sentir ese aire nostálgico de un Yucatán que fue próspero y que luego se detuvo en el tiempo.
Tradiciones que laten fuerte
Motul es un pueblo que no ha perdido sus tradiciones. Cada año, en julio, se celebran las fiestas patronales en honor a Nuestra Señora del Carmen. La plaza se llena de puestos, juegos mecánicos, música de jarana y espectáculos de vaquería (un baile típico yucateco donde los trajes de mestiza y los ternos brillan tanto como la música de la orquesta).
Las familias se reúnen, los toros se sueltan en corridas a la manera tradicional y el ambiente es de fiesta total. Es de esos momentos donde Motul se transforma: las calles tranquilas se convierten en un hervidero de gente, aromas y sonidos.
Otra tradición muy arraigada es el Hanal Pixán, la versión yucateca del Día de Muertos. Las casas se llenan de altares con fotos de los difuntos, velas, flores de x’pujuc y, por supuesto, comida típica: pib (un tamal gigante enterrado y cocido bajo tierra), atole nuevo y dulces de papaya. En Motul, las familias todavía mantienen la costumbre de visitar el cementerio, arreglar las tumbas y compartir la comida con los seres queridos que “vuelven” esos días.
Lugares imperdibles
Aunque Motul es pequeño, tiene varios rincones interesantes para visitar:
· Iglesia de San Juan Bautista: un templo del siglo XVII que destaca por su fachada sobria y sus muros gruesos. En su interior guarda un aire solemne que contrasta con la vida bulliciosa de la plaza.
· Ex Convento Franciscano: parte del complejo religioso que los franciscanos construyeron en la región. Sus muros cuentan la historia de la evangelización y la mezcla cultural.
· Cenotes escondidos: en los alrededores de Motul hay varios cenotes poco conocidos, ideales para los que buscan un chapuzón sin multitudes. Entre ellos está el cenote Sambulá, que es subterráneo y tiene aguas cristalinas que invitan a nadar.
· Parque Felipe Carrillo Puerto: un espacio para descansar y aprender un poco más de la vida de este personaje histórico, con murales y esculturas alusivas.
· Exhacienda Ticopó Gutiérrez: a diferencia de otras haciendas restauradas, Ticopó Gutiérrez se encuentra en ruinas, por lo que tiene un aire de misterio y abandono que resulta atractivo para los viajeros.
· Hacienda Kancabchén: ofrece visitas guiadas que incluyen un recorrido por las diferentes áreas y atractivos, como: sus caballerizas; su zoológico, en el cual se exhiben animales nativos de la región, entre ellos cocodrilos y jaguares; su Capilla con capacidad para 200 personas y cuyo patrón es San Antonio de Padua; la casa principal; una demostración de peinado de la fibra del henequén, o bien, una exhibición de charrería en el lienzo charro con el que cuenta la hacienda.
Motul hoy: entre lo tranquilo y lo vibrante
Lo bonito de Motul es que logra un equilibrio raro: por un lado, es un lugar tranquilo donde la vida no va a las prisas; por otro, tiene una energía que lo hace vibrante, sobre todo cuando llega la gente de fuera a probar sus huevos motuleños o a recorrer sus alrededores.
Muchos viajeros lo eligen como una escapada de medio día desde Mérida, pero lo cierto es que vale la pena quedarse más tiempo. Hospedarse en una casa colonial, caminar por sus calles en la tarde, platicar con los locales que siempre tienen una historia bajo la manga… todo eso hace que la experiencia sea más auténtica.
Además, Motul es una base estratégica para recorrer otros sitios cercanos: a unos kilómetros está el cenote X’Batún, Izamal con su convento amarillo está a menos de una hora, y la costa yucateca también queda relativamente cerca.
¿Por qué se destaca Motul?
Su gastronomía: los huevos motuleños son ya parte del imaginario colectivo, pero también toda la comida yucateca que se sirve con sazón casera.
Su historia: ser la cuna de Felipe Carrillo Puerto le da un peso histórico que va más allá de lo local. Ahí se siente el eco de la lucha social y la importancia de la cultura maya en la identidad yucateca.
Sus tradiciones vivas: fiestas patronales, vaquerías, Hanal Pixán y celebraciones que siguen reuniendo a la comunidad y mostrando lo mejor del folclor yucateco.
Motul puede no tener la fama internacional de Mérida o Chichén Itzá, pero tiene alma. Y eso es justo lo que lo hace especial: es un pueblo que sabe combinar pasado y presente, sabor y tradición, fiesta y calma.
Visitar Motul es una de esas experiencias que le recuerdan a uno por qué México es tan rico en cultura y tradiciones. Aquí no necesita guías sofisticados ni espectáculos de luces para sentir la magia: basta con sentarse en el mercado a desayunar, caminar por la plaza, visitar una hacienda en ruinas o nadar en un cenote escondido.
Motul es un lugar que invita a disfrutar sin prisa, a dejar que el tiempo corra al ritmo de su gente y a saborear cada instante, como quien disfruta un buen plato de huevos motuleños: despacio, con calma y con mucho gusto.
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