Tiburón, cincuenta años de leyenda
- Redacción Relax
- 2 jun
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Han pasado cinco décadas desde que Hollywood vio el nacimiento de uno de los villanos más emblemáticos y temidos del cine: el gran tiburón blanco de la película Jaws. Tiburón, como fue nombrada en español, fue la responsable de que una generación entera le tuviera miedo a meterse al agua, además de marcar un antes y un después en la historia del cine.
“No fue Jack, el Destripador. Fue un tiburón”
Estrenada en junio de 1975, Tiburón se basa en la novela homónima de Peter Benchley, publicada un año antes. El libro tuvo una aceptación tan buena que llamó la atención de dos productores de Universal Pictures, Richard D. Zanuck y David Brown Baren, casi de inmediato. Ambos leyeron la novela en tan sólo una noche y, entusiasmados, compraron sus derechos, por 175 mil dólares, para llevarla al cine.
El director elegido para la versión cinematográfica fue un joven de 26 años, llamado Steven Spielberg, quién, hasta ese momento, sólo había dirigido un largometraje para cine (Duel) y algunos episodios para televisión.
Esta elección fue arriesgada, pero, con el tiempo, probó ser acertada. Aunque inexperto, Spielberg tenía una visión clara para la película: quería que se sintiera como una amenaza invisible, una presencia rara vez vista, pero constante, que atemoriza al público al mismo tiempo que a los personajes. Sobre todo, Steven tenía muy en claro que el protagonista del filme debía ser el tiburón y no uno de los actores principales.
Spielberg demostró una capacidad inusual para generar miedo no a través de lo que se veía, sino de lo que se insinuaba. Ese enfoque resultó perfecto para la película, especialmente considerando que el monstruo principal, el tiburón mecánico, fue costoso y difícil de operar.
Otro de sus grandes aciertos fue hacer que el punto de vista de la cámara, muchas veces, representara el del tiburón. Esta elección colocó al espectador en una posición incómoda, al volverlo parte de la amenaza, pero incapaz de hacer nada. Fue una forma innovadora de aumentar la tensión sin mostrar explícitamente al animal.
“Vamos a necesitar un barco más grande”
Lo que originalmente se planificó para un rodaje de 55 días terminó extendiéndose por más de 150, y, aunque el presupuesto original era de tan sólo tres millones de dólares, la película terminó costando alrededor de nueve millones.
Uno de los elementos que más complicó el rodaje fue la decisión de Spielberg de filmar en el océano real, en lugar de utilizar tanques de agua o estudios controlados, como era costumbre en ese tiempo. La locación elegida fue la isla de Martha’s Vineyard, en Massachusetts, ya que, por sus aguas relativamente poco profundas (unos 10 metros), facilitó la instalación de los equipos técnicos que daban la ilusión de estar en el mar abierto.
Aunque esta elección aportó un realismo impresionante a la película, también, generó múltiples complicaciones. Las olas, el viento y la luz cambiante dificultaron la continuidad de las escenas, así como los barcos que, a menudo, se cruzaban en el fondo de las tomas, obligando al equipo a repetirlas. Además de esto, surgieron otros pequeños inconvenientes, como el constante balanceo de la cámara, los mareos del equipo y actores, y, por supuesto, los fallos del tiburón mecánico.
Apodado "Bruce" (en honor al abogado de Spielberg), el tiburón mecánico, de 7.6 metros de largo, fallaba constantemente, haciendo que el rodaje avanzara mucho más lento de lo previsto. El modelo, que solamente había sido probado en tanques de agua, sufrió problemas técnicos casi a diario, al ser sumergido en el agua salada del mar abierto: las mandíbulas se atascaban, los mecanismos eléctricos se dañaban, por lo que muchas escenas debieron ser canceladas o modificadas. Esto obligó a Spielberg a replantear su enfoque, mostrando al tiburón lo menos posible.
Este contratiempo terminó siendo una bendición disfrazada. La ausencia del tiburón en muchas escenas intensificó el suspenso, creando un miedo más psicológico que visual. Al final, el resultado fue mucho más aterrador de lo que hubiera sido ver a la criatura en pantalla constantemente.
Dos notas musicales son suficientes para crear un villano
La banda sonora de Tiburón, también, es uno de los componentes más icónicos y reconocibles de la película y de toda la historia del cine. Compuesta por John Williams, esta música no sólo acompañó a la película, la definió.
Cuando Spielberg escuchó por primera vez el tema principal que Williams le presentó, pensó que se trataba de una broma. El compositor tocó dos notas al piano: mi y fa sostenido, en una progresión lenta e inquietante. Esta secuencia de dos notas simples, repetitivas y profundamente inquietantes transformó por completo la forma en la que el sonido se utilizaba para generar suspenso en el cine.
La música imitaba el ritmo de un depredador acechando: cada vez más rápido, cada vez más cerca. Era el equivalente musical del corazón latiendo con miedo. Williams explicó que el concepto detrás del tema era la idea del instinto animal. El tiburón de la película no era una criatura malvada, sino una máquina de matar movida por la necesidad de alimentarse. La música debía reflejar esa presencia imparable, como una fuerza natural que avanza con determinación, y la simplicidad era la clave.
Uno de los aspectos más brillantes del soundtrack es cómo se convierte en un narrador sonoro: aunque el tiburón no aparece en pantalla, su presencia es anunciada por la música. Este recurso fue una solución creativa a los problemas técnicos que impedían mostrar al tiburón con frecuencia. En lugar de ver al depredador, lo escuchamos.
La música ganó el Premio Óscar a mejor banda sonora original, en 1976; también, obtuvo un Grammy, un BAFTA y un Globo de Oro. Además, el American Film Institute la colocó en el puesto número seis de las mejores bandas sonoras del cine estadounidense. Desde entonces, el tema principal ha sido homenajeado, reutilizado incontables veces en cine e, inclusive, parodiado en diferentes episodios de televisión.
“Capturaron un tiburón. No EL tiburón”
Tiburón se estrenó el 20 de junio de 1975 y, rápidamente, se convirtió en un fenómeno de taquilla. Fue la primera película en superar los 100 millones de dólares en Estados Unidos, y su estrategia de lanzamiento, la cual ocurrió en verano, con una campaña publicitaria masiva, hizo que se convirtiera en el primer blockbuster de la historia.
Antes de esta película, los estudios de cine solían estrenar sus películas gradualmente, comenzando en las grandes ciudades y extendiéndose poco a poco. Tiburón rompió con esta tradición, decidiendo empezar por un estreno amplio, acompañado de una campaña de publicidad intensa, que incluyó trailers en televisión y radio, además de artículos promocionales, como pósters, playeras y palomeras. Dicha fórmula fue replicada más adelante, por películas como Star Wars e Indiana Jones, consolidando un nuevo modelo de negocio en Hollywood.
El éxito de Tiburón no se limitó a la taquilla. La película tuvo un impacto profundo en la cultura popular tan potente que, incluso, provocó un miedo irracional al océano, haciendo que las playas se vaciaran durante semanas en algunas zonas y que los tiburones pasaran a ser vistos como asesinos implacables. Estos comenzaron a ser cazados tan indiscriminadamente que los científicos marinos y activistas han tratado de contrarrestar esta actividad desde entonces.
Desde un punto de vista técnico y narrativo, Tiburón influyó a generaciones enteras de cineastas. Su estructura narrativa, que va de lo íntimo a lo épico, inspiró a películas como Alien (1979), Parque Jurásico (1993) –también dirigida por Spielberg– y Cloverfield (2008). La idea de mantener a la criatura oculta durante gran parte del metraje se convirtió en un recurso común del cine de terror y suspenso.
Tiburón consolidó la carrera de Steven Spielberg, quien pasaría a dirigir algunos de los filmes más importantes del siglo XX. También, impulsó la carrera de sus actores principales: Roy Scheider, Richard Dreyfuss y Robert Shaw, cuyo personaje, el excéntrico cazador de tiburones, Quint, es aún uno de los más recordados del cine.
Cincuenta años después...
Cinco décadas más tarde, Tiburón continúa fascinando. Las nuevas generaciones la descubren como una clase magistral de dirección, edición y construcción del suspenso. A diferencia de muchas películas de su época, no ha perdido fuerza ni impacto. Su ritmo sigue siendo ágil, sus diálogos siguen siendo creíbles y el miedo que genera sigue siendo visceral.
En términos técnicos, es interesante ver cómo el uso de efectos prácticos, edición precisa y una banda sonora estratégica supera, en muchos casos, a los efectos digitales actuales. Tiburón demuestra que el miedo no necesariamente proviene de lo explícito, sino de lo que se sugiere.
Para conmemorar su 50 aniversario, Universal Pictures ha lanzado una versión restaurada en 4K Ultra HD, con sonido remasterizado. Se han realizado proyecciones especiales en cines de todo el mundo y se han organizado retrospectivas, documentales y nuevos análisis críticos de la película.
Museos de cine y festivales han dedicado paneles completos a analizar su impacto, y varios cineastas actuales (como Christopher Nolan, Jordan Peele y James Wan) han reconocido la influencia directa de Tiburón en su trabajo.
Tiburón no es sólo una película: es un símbolo. Representa la llegada de una nueva era en el cine, la consolidación de un director visionario y el poder del séptimo arte para influir en nuestras emociones, nuestras decisiones e, incluso, nuestra percepción del mundo natural.
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