El abuso de la tecnología, el “zombi” que devora el cerebro de los niños
- Redacción Relax
- hace 4 horas
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La tecnología impacta diversos aspectos de la interacción humana, por ejemplo, la comunicación, la economía, la educación, la medicina, la industria e, incluso, los ecosistemas. Aunado a ello, se ha vinculado con la evolución cultural y social, influyendo tanto en la interacción como en el intercambio de conocimientos. Sin embargo, la excesiva interconectividad tecnológica puede generar problemas psicológicos, como aislamiento social, ansiedad y depresión.
Las personas pueden mostrar una propensión a depender de dispositivos digitales y redes informáticas, con el consiguiente impacto negativo en su bienestar e interacciones sociales. En ese sentido, los niños están creciendo en entornos saturados de tecnologías, las cuales están adoptando a menor edad, pasando de los cuatro años (1970) a los cuatro meses (2017), con fines de entretenimiento y no con objetivos educativos o de estimulación cognitiva.
Los daños al cerebro y desarrollo infantil
Cabe mencionar que el período de la infancia es una etapa de enorme plasticidad cerebral, donde las experiencias influyen profundamente en el desarrollo emocional, afectivo, social y físico en la niñez, así como en la adolescencia. Se encuentra bien descrito que, en lactantes menores de un año, la exposición a pantallas electrónicas se asocia con un menor desarrollo cognitivo y del lenguaje. Estudios poblacionales muestran asociaciones entre el tiempo excesivo en que los niños miran televisión durante la infancia temprana y retrasos en sus habilidades cognitivas, del lenguaje, sociales y emocionales. Se ha reportado que los preescolares que miran frecuentemente televisión, tienen mayor riesgo de presentar retraso cognitivo, del lenguaje y en el desarrollo motor, donde, a mayor tiempo mirando televisión, peor es su desarrollo. Las características de la exposición con imágenes que cambian rápidamente se han relacionado con problemas en el desarrollo de funciones ejecutivas, como la atención, resolución de problemas y comportamiento impulsivo.
Ante este panorama, un estudio observacional reciente, que incluyó 269 infantes mexicanos (ambos géneros), con un rango de seis a <60 meses de edad, tuvo como objetivo demostrar si la cantidad de tiempo de uso de dispositivos electrónicos en esta población repercute en el desarrollo del lenguaje. Los resultados indicaron que el número de horas diarias utilizando algún dispositivo electrónico se comportó como factor de riesgo, aumentando 1.37 veces el riesgo de retraso en el desarrollo del lenguaje, por cada hora de exposición a dispositivos electrónicos. El grupo de investigación concluyó que un mayor número de horas de uso de los dispositivos electrónicos se considera como factor de riesgo para presentar retraso en el desarrollo del lenguaje en menores de cinco años. Por ello, es vital limitar su uso, así como evaluar y seleccionar adecuadamente el contenido al que se exponen los niños para preservar el correcto desarrollo.
A su vez, otro estudio señaló, en una muestra pequeña, de 92 participantes de 25 meses de edad, que el uso de dispositivos electrónicos, específicamente televisión y tabletas, tuvo un impacto negativo en el desarrollo del lenguaje; resultados similares a los reportados en el estudio citado con anterioridad.
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que bebés menores de dos años no pasen tiempo frente a una pantalla, y que niños de dos a cuatro años no le dediquen más de una hora al día. Cabe mencionar que el aprendizaje durante los primeros meses se da por la interacción y relación con las personas. A esto, se suma el desarrollo de la concentración, habilidad que comienza a desarrollarse durante los primeros años, cuando el cerebro tiene mayor sensibilidad al entorno que los rodea. Para que un cerebro se desarrolle, necesita estímulos esenciales del mundo exterior y tiempo para procesar dichos estímulos, ya que la constante absorción de imágenes y mensajes en pantalla afecta la capacidad de atención y enfoque en los infantes.
Por otro lado, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) cita que, entre los cero a seis años de edad, la tecnología, generalmente, no brinda ninguna ventaja adicional al desarrollo de los infantes. Por el contrario, su uso compite con experiencias que son útiles y enriquecedoras para el crecimiento. El medio físico y presencial debe entretener, calmar, estimular a los infantes y no la tecnología.
Según la Academia Americana de Pediatría (AAP), los niños menores de dos años no deberían estar expuestos a pantallas, salvo para videollamadas con familiares. Para los niños de entre dos y cinco años, se recomienda un máximo de una hora diaria de contenido de alta calidad, siempre, con supervisión de un adulto. Sin embargo, encuestas recientes muestran que muchos niños en este rango de edad pasan entre dos y cuatro horas al día frente a una pantalla.
Un estudio realizado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH), en Estados Unidos, que analizó el desarrollo cerebral de más de 11 mil niños, encontró que aquellos que pasaban más de dos horas al día frente a pantallas obtenían puntuaciones más bajas en pruebas de lenguaje y razonamiento. Además, los niños que pasaban más de siete horas al día frente a pantallas mostraban un adelgazamiento prematuro de la corteza cerebral, un área clave para el pensamiento crítico y la toma de decisiones.
El exceso de tiempo frente a pantallas también afecta al sueño. La luz azul emitida por dispositivos electrónicos puede alterar el ritmo circadiano, dificultando que los niños concilien el sueño. La falta de descanso adecuado, a su vez, impacta negativamente en la memoria, la concentración, el comportamiento y el crecimiento. Y es que, durante el sueño, se estimula la producción de la hormona del crecimiento, que, además, ayuda a mantener los tejidos y órganos a lo largo de la vida. Esta hormona es producida por la glándula pituitaria, un órgano del tamaño de un chícharo, ubicado en la base del cerebro. De ahí, la importancia de los buenos hábitos y calidad de sueño en los infantes.
Otro efecto preocupante es la disminución de la interacción social y del juego físico. Estas actividades son fundamentales para desarrollar habilidades cognitivas y emocionales en la infancia. Cuando los niños sustituyen el juego activo y las relaciones personales por el uso de pantallas, se reduce su capacidad para expresar emociones, resolver conflictos y desarrollar empatía.
Sin embargo, la pandemia de COVID-19 dejó en evidencia que la tecnología en sí misma no es buena ni mala. Lo correcto es preguntarse si sirve o no sirve, y para qué sirve. Por ejemplo, cuando un niño está en un parque, interactuando con otros niños, no necesita de un teléfono ni una videollamada para vincularse con otros, porque la realidad se lo está ofreciendo, pero cuando el niño se queda en casa, el parque no es un espacio disponible, el acceso a la tecnología se vuelve fundamental para que el niño se vincule.
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