A lo largo de la historia, los diamantes han cautivado a muchas civilizaciones, por su fascinante belleza; pero también por los mitos y creencias sobrenaturales que han inspirado. Desde su descubrimiento, alrededor del año 2500 a. C., estas preciosas gemas han estado en el centro de muchas leyendas de diversas culturas y se han asociado con virtudes, como la fuerza, riqueza, poder y amor.
¿Por qué la humanidad consideraba a los diamantes tan preciosos, incluso antes de saber cómo convertirlos en los relucientes tesoros que hoy conocemos y deseamos? Porque se pensaba que eran un intermediario mágico entre el hombre y las fuerzas invisibles de la naturaleza, las cuales, se creía, gobernaban el destino. Estos son algunos de esos mitos y cualidades que se les atribuían:
Divinidad y buena suerte
En la antigua India, se sostenía que los diamantes se creaban cuando los rayos caían sobre las rocas. Las referencias a estos minerales en textos sánscritos se remontan al año 4 a. C. Los hindúes eran conocidos por usar diamantes en los ojos de sus estatuas; los consideraban no sólo un tesoro, sino también talismanes. Además, eran percibidos como símbolo de invencibilidad y objetos semidivinos, que habían estado en contacto con los dioses. Un dicho utilizado en la India decía: “El que lleva un diamante verá que el peligro se aleja”.
Según el hinduismo, el dios Krishna le regaló un diamante a su consorte, Radha, para que reflejara su belleza mientras brillaba a la luz de la luna. Algunos creen que éste es el Koh-i-Noor, la gema que ahora forma parte de las joyas de la Corona británica.
Lágrimas de los dioses
En la antigua Roma y Grecia, se tenían muchas creencias sólidas sobre los diamantes, entre ellas, que éstos eran lágrimas de los dioses o, incluso, fragmentos que se habían desprendido de estrellas fugaces. La primera mención de estas piedras en la literatura romana se hizo en el año 1 d. C., cuando se escribió que las flechas de Cupido tenían puntas de diamantes.
El filósofo griego Platón fue aún más lejos, al referirse a estas gemas como seres vivos que encarnaban espíritus celestiales.
Jueces de inocencia y culpa
En el antiguo pueblo de Israel, los sumos sacerdotes judíos usaban diamantes para determinar la inocencia o culpabilidad de los acusados de un crimen. Consideraban que un diamante colocado ante una persona culpable se opacaría y oscurecería, mientras que uno sostenido ante una persona inocente brillaría con mayor esplendor.
Propiedades curativas
En la Edad Media, se creía que los diamantes tenían propiedades curativas y que eran “piedras milagrosas”. Se pensaba que tenían la capacidad de aliviar el dolor de estómago, la pérdida de memoria, la depresión, la fatiga, las infecciones, enfermedades mentales y de la piel, pesadillas y otras dolencias de la cabeza y el corazón. Creían que bastaba con colocarlo en una parte del cuerpo, para ver sus efectos.
Todo cambió en el Renacimiento, cuando el Papa Clemente VII ingirió un medicamento hecho a base de diamante en polvo y murió. Entonces, se comprendió que consumir este mineral mataba más, de lo que curaba.
La tentación de Satanás
En la cultura persa, existió el mito de que Dios no necesitó diamantes, oro ni ningún otro metal precioso o gema cuando creó el mundo. Sin embargo, Satanás se dio cuenta de que Eva amaba las flores de colores brillantes del Jardín del Edén, y, por lo tanto, hizo piedras preciosas en los mismos tonos, para tentar a los humanos.
Hoy, los diamantes pueden causar sensación por su gran belleza y alto valor, pero no se puede negar que han sido piedras populares desde los inicios de la humanidad, aunque, a menudo, por razones que no van más allá de creencias sin sustento científico.
El nombre “diamante” proviene de la palabra griega adamas, que significa “inalterable, indomable e indestructible”, porque justo así esta gema.
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