La llave que desbloqueó nuestra comprensión de los jeroglíficos egipcios
Cuando fue descubierta la gran cantidad de escritura pictórica en Egipto, pasaron alrededor de mil 400 años sin que pudiera ser interpretada. Incluso, muchos profesionales dedicaron casi toda su vida a intentar traducirla; sin embargo, por más que trataron, simplemente, no pudieron.
Fue hasta que se encontró la piedra de Rosetta cuando tuvieron una forma de descifrar los mensajes de los antiguos egipcios. Además, el descubrimiento de esta roca y la traducción del mensaje que poseía fueron un acontecimiento clave para ayudar a interpretar muchas otras fuentes escritas previas a la antigua civilización egipcia.
¿Qué es la piedra de Rosetta?
Es un fragmento de una antigua estela egipcia, de granodiorita gris y rosa, que data del año 196 a. C. y que tiene inscrito un texto de 14 líneas, en tres versiones diferentes: jeroglíficos, escritura demótica y en griego. Mide 112.3 por 75.7 centímetros y tiene 28.4 centímetros de espesor. La inscripción, en las tres lenguas, hace referencia a un decreto aprobado por un consejo sacerdotal de Menfis, que confirma el culto real del rey Ptolomeo V de Egipto, un año después de su coronación.
La historia del descubrimiento
En julio de 1799, el monolito fue encontrado en la ciudad de Rosetta (actual Rashid), por soldados franceses, durante la invasión a Egipto por parte de Napoleón. Estaba ubicado en un afluente del río Nilo, cerca de la costa mediterránea al este de Alejandría. Las fuerzas del emperador francés estaban construyendo fortificaciones cuando el oficial Pierre François Xavier Bouchard descubrió el gran fragmento de piedra con la inscripción.
Inmediatamente, el soldado reconoció el significado de las escrituras griega y jeroglífica yuxtapuestas, y predijo correctamente que cada una representaba la traducción de un solo texto. Su suposición se corroboró al descifrar la descripción griega, que indicaba cómo había sido promulgado el texto de la roca: “Este decreto se inscribirá en una estela de piedra dura en caracteres sagrados (jeroglíficos), nativos (demóticos) y griegos”. Así, la piedra de Rosetta recibió su nombre en honor de la ciudad donde fue descubierta.
Tras la derrota de Napoleón, el monolito pasó a ser propiedad de los británicos, según los términos del Tratado de Alejandría (1801), junto con otras antigüedades que habían encontrado los franceses. La piedra se envió a Inglaterra y llegó a Portsmouth, en febrero de 1802. Una vez ahí, el rey Jorge III la presentó al Museo Británico, en la ciudad de Londres, en julio de ese mismo año. La piedra de Rosetta y otras esculturas se colocaron en estructuras temporales dentro de los terrenos del museo, ya que los pisos no eran lo suficientemente fuertes para soportar su peso. Después de pedir fondos al Parlamento, los fideicomisarios empezaron a construir una nueva galería para albergar estas adquisiciones.
Su importancia cultural
El hallazgo y la decodificación de la piedra de Rosetta representaron un suceso cultural sin precedentes, ya que permitió al mundo occidental conocer, con mayor detalle, a la civilización egipcia, lo que llevó a la comprensión de una dinastía larga y oscura.
A pesar de haber transcurrido más de 200 años, hasta el día de hoy, este hecho continúa considerándose uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de todos los tiempos.
La piedra representa una clave indispensable para el patrimonio histórico de la humanidad, puesto que, además de ser la escultura precursora del estudio de una de las civilizaciones más importantes del mundo, también, simboliza una parte de la historia de las Guerras de Coalición.
La ‘casa’ de la piedra de Rosetta
Hacia finales de la Primera Guerra Mundial, debido a que las autoridades del Museo Británico estaban preocupadas por los fuertes bombardeos en la ciudad, la piedra fue trasladada a un lugar seguro, junto con otros objetos importantes; sin embargo, posteriormente, fue llevada de regreso al recinto, donde, hoy, está considerada como una de las piezas más valiosas de su colección, siendo, también, una de las exposiciones más visitadas.
Se puede apreciar en la Sala 4 (la galería de esculturas egipcias) o de forma remota, a través de un recorrido virtual en Google Street View. De hecho, está prevista para figurar en la exposición Jeroglíficos: descubriendo el antiguo Egipto, que estará disponible del 13 de octubre de 2022 hasta el 19 de febrero de 2023.
La batalla por devolverla a Egipto
En 2003, los egiptólogos comenzaron a recorrer el mundo, para realizar solicitudes especiales a distintos países europeos, para que devolvieran algunas de las antigüedades egipcias que se habían llevado a lo largo de los años, entre ellas, la piedra de Rosetta.
No obstante, Inglaterra se negó, y en 2005, el Museo Británico entregó a Egipto una réplica exacta del monolito, que se exhibe en el Museo Nacional de Rashid, muy cerca del lugar original donde se encontró.
Recientemente, el arqueólogo egipcio Zahi Hawass anunció que solicitará a las autoridades británicas, de nueva cuenta, que devuelvan el objeto, argumentando que “es el ícono de la identidad egipcia. El Museo Británico no tiene derecho a mostrar este artefacto al público”. Aseguró que, con un grupo de intelectuales de su país, enviaría una petición firmada, en el mes de octubre.
La piedra de Rosetta es muy valiosa e importante para Egipto y el mundo porque fue a partir de ella que entendimos el lenguaje de los jeroglíficos y llegamos a comprender la antigua civilización egipcia detrás de ellos.
Hoy, el campo de la egiptología sigue floreciendo, un campo de estudio que inició gracias al arduo trabajo y a la pasión de Jean-François Champollion, un historiador francés, considerado el padre de esta ciencia por haber conseguido descifrar la escritura jeroglífica a partir del estudio de la piedra de Rosetta, principalmente. Junto con otros pioneros, hizo posible leer los textos egipcios, desde los escritos en papiros y grabados en óstracon hasta los tallados en las paredes de templos y tumbas.
La piedra de Rosetta moderna
Inspirándose en la pieza original, lingüistas de todo el mundo se unieron para formar el Proyecto Rosetta, cuyo objetivo es conservar las lenguas, tanto las principales como los dialectos, en un intento por garantizar que no se pierda ninguna. Para ello, han construido una biblioteca digital, conocida como Disco de Rosetta, que transporta más de mil 500 idiomas humanos microscópicamente grabados en una unidad de almacenamiento.
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